viernes, 28 de octubre de 2011

Hoy empieza todo

Estoy atareada ultimando los preparativos de mi último viaje y entre pensamientos que van y vienen, de repente me digo a mí misma: "hoy se me olvidó llamar a mi padre". Siento que me desplomo en la cama y caigo en la cuenta de lo que me ha ocurrido. Acabo de confirmar que no me creo aún lo que pasó hace algunos días. Es ahora cuando empieza el verdadero camino de toma de conciencia de que mi padre no está aquí, que no volveremos a vernos, que no volveremos a compartir una comida o un vino, que no estará presente en el inmediato cumpleaños de su nieto pequeño...



Es ahora cuando pienso en la paradójica alegría que siento por haber sido capaz de abrirme a él en estos últimos años, que escuché la historia que tenía que contarme y que él hizo lo mismo con la mía, nos conocinos más en profundidad al fin, como dos adultos que éramos, recuperé a mi niña interior y con ello rememoramos juntos otras épocas, nos respetamos y nos quisimos tal cual somos y como nunca. Para mí ha sido muy importante conocer la nueva dimensión en la que nos movíamos y sentir una armonía que parecía irrecuperable entre nosotros, también con la vida, la propia y la compartida con él.

Porque su último suspiro fue desgarrador, pero lo hizo acompañado, me siento contenta. Y aunque entre luz aparezcan tinieblas de vez en cuando, puedo decir que estoy en paz conmigo y en paz con él. Y no me quito de la cabeza su imagen más bonita, la del padre joven y jovial  que demostró tener una fortaleza interior y unas ganas de vivir que incluso él desconocía. Tras limar nuestros desencuentros, lo que estaba relegado a mis catacumbas personales emerge, sana y se transforma en lo que fue después: una relación sincera, de tú a tú, porque en los últimos años pude contarle lo que no me atreví a relatar con anterioridad porque yo misma lo desestimaba sin saber muy bien la razón escondida... y eso nos ha unido para siempre.

Papá, entre nosotros... gracias por esa oportunidad y por esperarme hasta el final. Alvaro te ve cada día en la Montaña de los Abuelos y a mí me encanta sentirte vivo en mis hijos y en mí.