viernes, 18 de noviembre de 2011

¿Qué es lo que me mueven?

Gael se acerca con su paso firme e inseguro galleta en mano con su pequeňa boca pintada de chocolate, me sonríe y yo siento un hormigueo en el alma, me ofrece ese delicioso manjar aderezado con sus dulces babas y yo no he probado nada más rico en mi vida. Me es imposible describir todo lo que me sube, todo lo que me baja, lo que me atraviesa por entero cuando descubro lo que le provoca a él que acepte su regalo. Disfruto con su andar de tentetieso, de sus avances día a día, sus paseos con la sonrisa perenne alrededor de la cocina, y su cara de asombro ante nuevas sensaciones. Es maravilloso poder reconocerme en él y hacer revivir a mi niña interior; algo tan especial nos une que no es fácil describir.

Recojo de "El Saltamontes" a Alvaro, y me cuenta una de las compañeras del proyecto que mi rubiete esta mañana ha tenido dos momentos importantes y preciosos. En el primero, con su lengua aún de trapo describía su sueño de esta noche: "estaba con mamá, porque la quiero mucho". Sin poder contenerme comienza el llanto emotivo y alegre por mi parte. El otro detalle ha sido para con su abuelo; "las nubes han tapado la Montaña de los Abuelos, y no le veo", y a mí me reconforta tanto saber que la perpetuidad de mi padre también la manifiesta él, que el llanto se reaviva.



Estos son sólo dos momentos de un día cualquiera. Y cada día me doy más cuenta del valor incalculable de lo que me dan mis hijos. Porque además lo percibo como un reflejo de lo que reciben ellos de mí y eso me hace sentir muy bien, poderosa, amorosa y responsable. Ser consciente de cuánto le importas a alguien es fundamental y en este momento siento que todo cobra sentido...

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Entrar en tinieblas

Esto es el cuento de nunca acabar. Parece que al hacer un punto y seguido inconscientemente piensas que está todo hecho y te relajas, aunque positivamente sabes que eso sencillamente es imposible... y sin embargo, pasa el tiempo, todo va cambiando y te das otra vez de bruces con algo indescriptible que se manifiesta de forma imprecisa y que hace que te tambalees. Cierto es que lo encaras de manera diferente, pero también es verdad que no es menos inquietante enfrentarte de nuevo a los fantasmas, los conocidos y los desconocidos. Porque nunca se alejan del todo y porque a veces las alertas se duermen y es entonces cuando sientes que tienes que hacer algo, algo concreto pero por descubrir a la vez, y necesitas hacerlo ya. Los detonantes son tan simples que es imposible detectarlos a veces. Otras son tan evidentes, que ni siquiera les otorgamos el valor que tienen. 

Así que voy a ello...

Voy a bucear. Primero tengo que recordar algunos detalles técnicos, pero espero volver a descubrir un mundo diferente, espero desenterrar tesoros desconocidos y olvidados y con ello entender por qué la superficie tiene este color. Y sobre todo, por qué ese color a mí me parece que cambia y no me deja ver el fondo.

Vuelvo pues,  a la introspección y a por todas, armada de valor y muerta de miedo a la vez, porque esto es un nuevo punto de inflexión importante y porque ahora caigo en la cuenta de aquello que tanto trabajé en su momento sin llegar a integrar en realidad: todo es revisable; tenemos (y tengo) el derecho a revisar y revalidar los pilares de nuestra vida. Porque bien vale la pena hacerlo, primero por uno mismo, y por extensión, por los demás. 

Ya me he puesto el traje de neopreno; mira que cuesta hacerlo, pero hecho ésto, ya sólo me queda ir a por las botellas y lanzarme. En mi bautismo buceador, me cargué con demasiado plomo y aprendí a liberarme y a respirar de forma más pausada. Seguro que ahora volveré a llevar demasiado, sólo que tengo la certeza de que se aligera uno y hay salida. Nos vemos luego.