jueves, 12 de enero de 2012

La obediencia no es una virtud

¿Por qué plantó Dios el árbol de la ciencia del Bien y del Mal en medio del jardín del Edén si no quería que los dos seres humanos que creó comieran de sus frutos? ¿Por qué los dejó caer en la tentación? ¿Por qué necesitó hacerlo si Él es el Todopoderoso que creó el mundo? ¿Por qué necesitó obligar a esas dos personas a la obediencia si Él es Omnisciente? ¿Acaso no sabía que con el ser humano creaba un ser curioso  y que Él le obligó a ser desleal con su propia naturaleza? Si creó a Adán y Eva como hombre y mujer que se complementan sexualmente, ¿cómo podía esperar al mismo tiempo que ignoraran su sexualidad? ¿Por qué tendrían que hacerlo? ¿Y qué habría pasado si Eva no hubiera mordido la manzana? No se habrían unido sexualmente ni habrían tenido descendencia. En ese caso, ¿se habría quedado el mundo sin seres humanos? ¿Habrían vivido Adán y Eva eternamente solos, sin hijos?

¿Por qué motivo la procreación está ligada al pecado y el acto del alumbramiento al dolor? ¿Cómo se entiende que, por un lado, Dios concibiera a los dos seres humanos como estériles y, por otro lado, el Génesis hable de que los pájaros se multiplican? Esto indica que Dios ya tenía un concepto de la descendencia. Y después se habla de que Caín se casa y engendra niños. ¿De dónde sacó a la mujer si en el mundo sólo estaban Adán, Eva, Caín y Abel? ¿Por qué rechazó Dios a Caín cuando éste se mostró celoso? ¿No fue Dios quien, precisamente, suscitó en él esa rivalidad prefiriendo claramente a Abel?

Estas cuestiones están al alcance de la mente de cualquier niño. De hecho, la misma Alice Miller se las formuló siendo una niña, y de ello deriva el pensamiento de considerar la obediencia una virtud, la curiosidad un pecado y el desconocimiento del estado del bien y el mal como el estado ideal, algo así como vivir en la inopia sin cuestionar nada.

Y es que ni la obediencia ni la ignorancia son condiciones para la felicidad. La lealtad hacia uno mismo se relaciona directamente con la capacidad de amar en su sentido más amplio y sólo podemos amar si se nos permite ser como somos, sin máscaras, es decir sin rechazarnos a nosotros mismos. Si la razón sostiene lo contrario que lo que está almacenado en la memoria celular, en el cuerpo, la persona se halla en constante lucha consigo misma. En cuanto a ambas partes se les permita saber y nombrar lo mismo, se restablecerá el equilibrio...

Alice Miller