La experiencia de la maternidad es algo muy personal, muy profundo y puede ser vivida de muchas maneras. En mi caso, lleva un compás en sintonía con el padre. El padre que a la vez es pareja compenetrada, que conoce, entiende y además comparte la verdadera naturaleza del embarazo, parto, puerperio y crianza en todo su conjunto y que sobre todo la respeta. Así, se va forjando mi familia, se fortalece, haciéndome sentir en total fusión con ella, pero también con vidas interiores individuales independientes, lo que hace que la riqueza sea aún mayor.
Para nosotros han sido muy importantes los caminos individuales recorridos hasta nuestro encuentro. Estaba escrito. Todo ha servido para lo que acontece en el presente. Y además, los procesos de autoconocimiento que cada uno de nosotros llevamos, haciéndonos cuestionar casi todo, nos ayuda a entendernos. La locura de uno cura la del otro.
Creo que el padre consciente no es aquel que hace la comida, tiende la ropa, hace la compra, cambia pañales y baña a los niños, sino que es algo más que eso. Es el que acompaña sin juicio de por medio, el que pregunta cómo te sientes, qué necesitas, el que te dice lo mucho que te quiere y lo bien que lo haces y el que ve tu belleza en las ojeras de noches sin dormir compartidas.
Es el que refuerza tu vínculo especial con el bebé, desde su concepción. No cuestiona tus decisiones, mucho menos tus sentimientos cuando estás inmersa en la más profunda de las locuras. Es capaz de sostener tu mano en ese trasiego por los vericuetos del alma.
Reconoce y se implica en la fortaleza de ese amor inconmensurable que sientes hacia tu cría. Sabe que es así, porque su amor hacia ella es también sin medida, aunque es consciente de que va en un plano diferente, que son complementarios, haciéndolo aún más vivo.
No se siente desplazado por su hijo, ni se cuestiona su hombría, es más, saca su lado femenino y su animalidad genuina, y empatiza de tal forma que su instinto le pide un piel con piel con su bebé, porque no está infantilizado y porque además se ha trabajado sus miedos, ha limado sus aristas, se ha mirado dentro y se reconoce como un ser capaz de darlo todo.
Defiende la lactancia y los brazos amorosos tanto como tú, no se siente fuera de la esfera si no alimenta él a su hijo. Duerme abrazado a él por el simple placer de olerle y oírle respirar, porque sabe además que ese abrazo le da seguridad y le hace sentir bien.
Es una suerte contar con alguien así a tu lado… ¿o es un camino escrito que dos almas complementarias se encuentren?
Dedicado a mi compañero de viaje…