sábado, 25 de diciembre de 2010

Papá, mamá ¿os habéis portado bien?

Reflexiones conjuntas de papá y mamá

Nos disponemos a escribir la carta a los Reyes Magos, pero nos preguntamos hasta qué punto hemos sido lo suficientemente buenos. Damos por hecho que son los niños quienes han de pasar el dichoso examen anual de bondad, pero no nosotros como padres. ¿Cuántas veces nos hemos puesto en su situación, cuántas veces nos hemos preguntado por qué lloran, dónde está la raíz de esa rabieta, en lugar de tirar por el camino fácill y terminar colgándole alguna etiqueta a nuestros niños como buenos o malos?

Tal vez ese ejercicio de reflexión, ponerse en el lugar del ser que más quieres, sea bastante difícil y nosotros desde nuestra altura de padres "seguros" y llenos de razones nos cueste más de un disgusto mental-emocional dejar a un lado esa máscara tan bonita (la de padres) y no nos bajemos a su altura de niños. Quizá en nuestra carta a sus Mágicas Majestades deberíamos pedirle algo a  nuestro pequeño niño interior, ese que no dejamos que disfrute, que siempre le estamos callando y que por querer tenerlo todo controlado (por amor y seguridad) le olvidamos en lo más profundo de nuestro ser. Si nuestro pequeño niño se dejara ver y se encontrara de bruces con nuestro hijo tal vez este último le enseñaría muchas cosas, tantas por las que deberíamos estarle agradecidos eternamente. Sí, a nuestros pequeños maestros, (el mejor terapeuta) que siempre están a nuestro lado y siempre tienen un abrazo y una sonrisa cuando llegamos a casa (y no ladran ni menean el rabo) nuestros hijos, los auténticos Reyes Magos.

Papá Alex


Las condiciones
Se acerca la fecha y se empieza a escuchar la misma cantinela de siempre, aburrida, ineficaz, culpabilizadora, pero tan popular que se escapa de las bocas de todo el mundo como un automatismo incontrolable. ¿Te has portado bien? ¿Has sido bueno este año?...

Al margen de que me chirría profundamente la tesis de que existen niños buenos (es decir, que no molestan y que no se atreven a cuestionar lo que dicen los mayores) y niños malos (es decir, lo contrario) me parece horrible asumir por parte de los niños que existen condiciones para todo. Incluso para la magia de los regalos de Reyes Magos. No soy religiosa en absoluto y sin embargo, he mamado como tantos otros la celebración de la Navidad porque toca. ¿Para qué nos vamos a engañar?... El ritual de los Reyes a mí de niña me hacía mucha ilusión, y ya entonces tampoco le daba un sentido religioso al tema (me pregunto si existe algún niño que lo haga) Creo que algo tan ilusionante y mágico debe ofrecerse a los niños porque sí, porque son niños, y ser niño lleva implícita la inocencia, la ilusión, y el merecimiento de todo el cariño posible. La moral católica cristiana nos ha hecho y nos hace mucho daño, sobre todo con el sentimiento de culpa y el espíritu de sacrificio todo el día a cuestas.

Portarse bien significa comportarse según nuestro baremo personal de lo que es bueno y lo que es malo. Me gusta considerar que somos lo que somos, ni buenos ni malos, en todo caso, buenos por naturaleza. Prefiero que mi hijo me cuestione, porque eso  me obligará a cuestionarme cada día como madre, a que aprenda que con ciertas actitudes le premio, porque en realidad estaría aprendiendo a actuar según las reacciones externas. Me explico, si dejamos que las condiciones dirijan las decisiones y actitudes de nuestros pequeños, no les dejaremos ser auténticos y no interiorizarán ni comprenderán el porqué de las cosas.

Creo que es mejor que los Reyes les traigan sus regalos porque sí, sin que tengan que preguntarse de qué manera nos pueden agradar y por consiguiente merecer el regalo. Los niños son un gran tesoro y nuestras infancias vividas como tal, nos ayudan a ser adultos coherentes, sinceros, y seguros. Y creo que haríamos bien si brindamos a nuestros hijos nuestro propio cuestionamiento.

Mamá Sonia


martes, 21 de diciembre de 2010

Una mirada al Sáhara

Este pasado verano tuvimos con nosotros dos pedacitos del Sáhara Occidental, dos granitos de arena del desierto; se llaman Moustapha y Sidi y fueron una revelación, configurando una experiencia única y enriquecedora para todos.

Después de lo ocurrido recientemente a nivel político y tras mucho tiempo viendo la injusta existencia que sufre el pueblo saharaui desde hace décadas, quiero rendir mi particular tributo a ambos, y hacerlo extensivo a sus familias, a su pueblo, a su cultura y a su identidad como país. Qué rabia e impotencia me producen el pensar que las vidas de tantas personas se vean truncadas por la tiranía, las decisiones políticas inapropiadas de ajenos, por la invasión...

Hablamos con Moustapha el otro día. Sigue teniendo la misma alegría de siempre, pareciendo ajeno a lo que acontece en su tierra. Habló con Álvaro, ilusionado al comprobar que efectivamente era capaz de entenderle, ahora que empieza a decir palabras de verdad. Nos preguntaba si había nieve por aquí. Los dos la vieron por primera vez este verano, en las cimas de los Pirineos.

A Moustapha le fascina el frío por desconocido, y a Sidi el mar por la misma razón.

Espero y deseo que algún día puedan volar libres y ser embajadores de su tierra allá donde vayan. En nuestros corazones permanecen.



Moustapha y Sidi en una playa del Cantábrico



lunes, 20 de diciembre de 2010

Más Besos y Brazos para el 2011

Para este próximo 2011 contamos con un calendario muy especial editado por la Asociación Besos y Brazos. Contiene una colección de imágenes de los propios socios y sus familias con la temática de fondo basada en la filosofía de la asociación: apoyo al parto respetado, lactancia materna y crianza con apego.

Creemos firmemente en el apoyo mutuo como refuerzo de nuestro estilo de crianza, incluso antes del embarazo. Por eso, la asociación organiza reuniones periódicas de grupos de madres y/o padres, sesiones de temática variada: porteo, lactancia, alimentación, educación...



Nos sentimos muy contentos de haber participado tanto en la parte artística como en la confección de un compendio de citas que a nuestro entender va en la línea de lo que creemos. Ha sido un trabajo hecho desde el corazón de padres, madres e hijos y dirigido a otros tantos que sienten que lo verdaderamente importante está al alcance de nuestras miradas.

Esperamos que lo disfrute todo el mundo.

lunes, 6 de diciembre de 2010

El nacimiento de Gael

Gael duerme ahora en mi regazo y siento que ha llegado el momento de empezar a contar su historia, su llegada al mundo hace ya un mes.

Se hizo esperar, o yo lo viví con mucha impaciencia. Pero él tenía claro que su nacimiento tenía que ser durante el cambio de mes y como nos dijo nuestro amigo Nacho, quería hacer honor a su nombre llegando con el cambio de año Samhain, el Sabbat pagano más importante, según nos contó. Llevaba varios días sintiendo algunas contracciones, y en el fondo sabía que no significaba que se desencadenara el parto de forma inmediata y mi impaciencia aumentaba por el terror que me producía la sombra del hospital, al que no quería acudir si todo era normal, como es en el 90% de los casos. Hizo falta que me relajara asumiendo que yo no tenía el control de nada, tal y como conté en la entrada “Enseñanzas de un pequeño maestro”. Hablé con Gael, y le hice saber que estaba en sus manos, que entendía que sólo él tenía la llave y que le esperaba con toda mi ilusión y mi fuerza.

Así, llegó el 31 de octubre y pasamos el día fuera con unos amigos. Regresamos tranquilos a casa, y sobre las 22.00 h mi mente y mi cuerpo viraron, tomando conciencia de lo que llegaba… Álvaro ya dormía y me acosté junto a él, para intentar descansar; “lo voy a necesitar”, pensé, pero tuve una contracción muy reveladora; su intensidad me hizo ver que aunque fueran aún los pródromos y pudiera dormir entre contracciones, no lo haría durante ratos largos. Al momento, no puedo precisar cuánto tiempo transcurrió, otra igual. Abrí los ojos, estupefacta. ¿Otra? ¿Ya? Era igual de intensa y por momentos la ilusión me fue creciendo, pero aún así, no quería dar la voz de alarma por si no era definitivo. Además, quería estar conmigo misma, por el momento era lo que necesitaba, conectar con lo que me estaba ocurriendo. Pensé: “venga, intenta dormir y vamos a por las posturas asimétricas”. Pasó un rato, y aquello no paró, no dormí ni un instante así que me levanté y me fui al salón donde estaban Alex y el tatami, que tiene su protagonismo en la historia. Le dije a Alex que creía que la cosa iba en serio ¡Por fin! Estuvimos juntos un rato con la luz apagada, paseando entre abrazos, haciendo rotaciones con la pelota y de rodillas en el tatami. Estaba resultando de repente muy intenso, eran contracciones de pre-parto muy claras, muy potentes y acaricié una sensación ya conocida 32 meses atrás, con un gusanillo en el estómago por lo que estaba empezando a moverse. Las sesiones de terapia craneo-sacral que Susana, mi querida matrona y amiga, me dio los días previos estaban funcionando y el ritmo era muy bueno.

Llamamos a Susana. Nos dijo que venía a casa para ver cómo me encontraba y que estaba dispuesta a pasar la noche con nosotros aunque no estuviera de parto. Vino sobre las 23.30 que yo recuerde, y empezó a hacerme Reiki en el tatami, además de craneo-sacral, pero llegó un momento en el que no soportaba la postura tumbada, aquella que tanto sufrimiento me hizo pasar en el parto de Álvaro. No quise ningún tacto, pero al rato se lo pedí y ahí estaban esos 5 cm de cuello dilatado. ¡Toma ya! ¡Qué maravilla! Mi cuerpo funcionaba y mi pequeño hacía su trabajo también. Mi sensación era que tenía contracciones muy seguidas, muy intensas, pero no muy prolongadas. El ambiente en la casa era muy íntimo, justo lo que necesitaba. “Michel Odent no se equivoca”, pensé y me sentí muy orgullosa de lo que estaba viviendo, de forma consciente y dejándome llevar poco a poco por mí y por la naturaleza. Alex había apagado las luces, puso velas en sitios estratégicos, conectó la música que habíamos preparado para el momento, encendió mirra y se encargó de toda la logística y de todos los detalles, muy sereno, muy cercano y emocionado también, el acompañante perfecto.

En un momento dado quise irme al despacho, al pequeño sofá que tenemos allí y me puse en posición vertical de cara a la pared y apoyada con los antebrazos en el respaldo, encajando contracciones según llegaban. Ya dolía mucho, pero la postura me ayudaba y creo que fue allí donde conecté del todo, entré en partolandia, comencé a sudar y me evadí de todo y de todos. En ese intervalo habían llamado a Emilio Santos, el ginecólogo que nos iba a acompañar y se puso en camino a casa. Durante las contracciones me era imposible hablar o escuchar nada, en un momento pensé que una sola foto me hubiera molestado. Afortunadamente, Alex entró en el planeta parto conmigo y ni se planteó echar mano de la cámara, y eso que lo habíamos hablado, que discretamente documentara el proceso, pero tal es la conexión que tenemos, que ninguno de los dos lo consideró llegado el momento.

Pasada una contracción fortísima le pregunté a Susana si era buen momento para un relajante baño, asintió y ambos se dispusieron a preparármelo mientras yo seguía mi tertulia particular con el sofá. Cuando estuvo lista la bañera, llegaba Emilio, que me dijo un discreto: ”Hola Sonia, ¿cómo estás?”, creo que le sonreí y conseguí responder con un “hola” y me metí en la bañera. “¡Qué placer!”, exclamé. Fue una sensación tan reconfortante que por unos momentos olvidé el rato tan intenso que estaba viviendo minutos atrás. Allí al principio todo era más sencillo…

Pero la intensidad subía y subía, me llegaban las contracciones y las recibía al principio con serenidad, después notaba cómo me iba despedazando hasta el punto máximo y luego la bajada era una delicia. Las endorfinas surtían efecto y la evasión que sentía era muy gratificante. Me aislé del mundo aún más, sentía una fuerza muy grande que me hacía pensar en Gael con cada contracción, notando cómo descendía poco a poco. Cada contracción me acercaba más a él, le estaba ayudando a nacer sin prisas, sin miradas indiscretas, sin directrices externas, nadie me hablaba, sentía la compañía de Alex y de Susana en el baño, con la luz de una vela; después supe que allí ella me estaba pasando Reiki de nuevo, todo un lujo de parto. Según pasaban los minutos, me dolía el sacro más y más, apretaba la mano de Alex y en un momento dado le pregunté a Susana si creía que iba para mucho porque sentía que no iba a poder, había llegado mi momento de flaqueza; ella me respondió que todo iba muy bien y ambos me dijeron que claro que podía, lo estaba demostrando. Notaba la cabeza de Gael hacer camino y casi sentía cómo se abrían todos mis huesos. Emilio entró en el baño, y auguró que el expulsivo estaba cerca pero que no era inmediato. Oí cómo Susana susurraba que aún no estaba empujando. Cierto, y de hecho, quería que fuera mi cuerpo el que empujara solo, que el reflejo de eyección fetal hiciera su trabajo, pero de repente sentí una fuerza muy poderosa que me pidió empujar y así lo hice…

Quería salir de la bañera, ya no estaba a gusto y me incorporé a cuatro patas, pero me encontraba muy incómoda, la bañera era muy estrecha y quise que me sacaran de allí. Me vino una contracción que tuve que encajar casi en volandas y ya una vez fuera, de camino del baño al salón, que es donde quería ir, me colgué literalmente de Alex, parando a cada contracción, utilizando su cuello como percha y dejándome llevar por la sensación, por el dolor, sintiendo el círculo de fuego, que quemaba de verdad. Conseguimos llegar a la puerta del salón, dimos dos pasos más y allí nos quedamos. Emilio y Susana, desde la barrera, haciéndome sentir la protagonista total del hermoso acontecimiento, se tiraron al suelo, con linternas y esperaron… Eso sí es respeto y confianza, sin bisturís, sin tocar, sin hablar…

Los pujos fueron muy animales, los sonidos que emití nos los conocía de antes. Puse a disposición de Gael y de mí misma, toda mi animalidad intrínseca y comprobé que efectivamente, era una mujer que corría con los lobos. Casi magullo del todo a mi querido Alex, que le destrocé en uno de mis “cuelgues”.

02.59 h del día 1. Momento mágico. Sigo en pie y siento la cabeza de mi pequeño abrirme, ya me he partido, ya el camino está hecho y en la siguiente contracción sale su cuerpecito. Es la sensación más maravillosa que he sentido en toda mi vida. Se me han olvidado de repente todos los dolores, aquí no ha pasado nada, nada más y nada menos que ha nacido mi segundo hijo, rodeado de amor y de respeto, sin luces, sin prisas, el ritmo lo ha marcado él, le he ayudado a nacer como debe ser; es una preciosidad, le recojo en mis brazos, arrodillada en el tatami, absorta de felicidad, a mi lado Alex se sienta llorando, emocionado. Está siendo muy intenso lo que estamos viviendo juntos y esto es el súmmum.

Esperamos a que el cordón deje de latir para que Alex practique el corte de la unión Gael-mamá. Mi niño ha comenzado a respirar lenta y suavemente, no ha tenido que hacerlo de forma brusca por un corte precoz del cordón, como tuvo que hacerlo mi primer bebé, su hermano mayor.

Sale la placenta y a mí me sigue doliendo mucho el sacro, pero nada me detiene ya. He parido a Gael, está en mi pecho, seguro, nadie le separa de mí, nadie le hace controles innecesarios. Todo está normal. Inmediatamente después bebemos y comemos nuestro reconstituyente personal, entre los cuatro, celebrando la maravillosa Naturaleza, el milagro de la vida, la llegada al mundo de una nueva alma. Lástima que Álvaro se ha perdido el momentazo. No me explico cómo no se despertó ni me escuchó.

Nos vamos a la cama a las 06.00 h. Nunca olvidaré lo bien que dormí las dos horas siguientes, desnuda piel con piel con mi pequeño. Y nunca olvidaré la cara de Álvaro al despertar y comprobar que mamá tenía menos barriga, y que había un bebé compartiendo la cama con él. No dejo de emocionarme al recordarlo. Mis dos niños juntos. Los cuatro juntos.


Ha sido un parto delicioso, emocionante, vivido con conciencia, respetado al máximo y curativo en cierto modo: una parte de mí ha sanado en este momento por la pesadumbre que llevo en mi interior por no haberle podido dar a Álvaro el mismo nacimiento y sólo me queda la espina personal de no haberlo llevado a cabo aún habiéndolo pensado… He perdido la noción del tiempo, del espacio, me he sumergido en las sensaciones y eso me ha ayudado a conectar en un plano muy profundo con mi ser esencial. He pasado por encima de todos los miedos y condicionantes que he ido asimilando a lo largo de mi vida, he sorteado los prejuicios, la juicios externos y eso me ha hecho más fuerte. Si tuviera otro hijo, volvería a parir en casa, sin ninguna duda.

Gracias a mi compañero de viaje, Alex, por confiar sin condiciones en mí, por su serenidad y acompañamiento desde el corazón. Y a mi hijo Álvaro, que me abrió la puerta de la crianza consciente y me enseñó a confiar en la vida.

Gracias a Emilio Santos por su asistencia desde el respeto y por sus dotes culinarias. Y a Susana por su acompañamiento desde el convencimiento y por su cercanía.

Gracias a la red de mujeres de El Parto es Nuestro, asociación a la que pertenezco y de la que me siento muy orgullosa. De ellas he aprendido no sólo lo que significa el respeto en la atención al parto, sino también la solidaridad, la camaradería y el apoyo mutuo. Cada vez que uno de nuestros hijos nace, el cielo se ilumina con las velas que encendemos unas por otras. Confío en que un acontecimiento tan natural como trascendental sea considerado como tal en nuestro país,  en un futuro no muy lejano. Por eso luchamos cada día.

Y como dijo Violeta Parra: Gracias a la vida, que me ha dado tanto…

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Mi primer bebé, mi primer hijo

Álvaro nació hace 32 meses, llenando mi vida por completo, brindándome la oportunidad de mejorar e incluso renacer como persona y como mujer, a la vez que nacía como madre. Es muy difícil plasmar los sentimientos que me han aflorado en este tiempo, lo que me sigue enseñando cada día este pequeño rubiete de ojos alegres y colmado de una energía que nunca ví en nada ni nadie.

Todos sus pequeños pasos, uno a uno, han sido y son disfrutados al máximo, la felicidad nos recibe a cada momento. Paralelamente, he ido trabajando la toma de conciencia de que mi hijo no es una prolongación de mí, ni un apéndice, ni tampoco un legado ni una propiedad. Es mucho más que eso, es una vida íntegra, propia, de la que no soy dueña, sólo le doy toda mi ayuda, mi energía y mi dedicación para que vaya encontrando su sendero, lo elija según su criterio y sus necesidades vitales y emocionales. Eso es el sumun del amor incondicional. Hijo, haz lo que desees hacer en tu vida, siempre tendrás mi apoyo.

Álvaro-bebé nos “enseñó” a ser padres. Nos mostró cuán grande es la capacidad de amar a un hijo, nos pintaba sonrisas con cada gesto; a nivel personal me regaló un puerperio intenso, facilitador de mi búsqueda genuina… y el tiempo va pasando.

Gael, su hermano, nació el pasado 1 de Noviembre y tras los primeros días de euforia por un precioso parto y nacimiento, me invade una nostalgia desconocida hasta ahora. Mi primer bebé, mi primer hijo, está creciendo mucho; le miro y quiero vislumbrar aquel bebé que fue, al que recuerdo tanto cuando miro también a Gael. Pero no quiero caer en la trampa. Son igualmente maravillosas todas las etapas que se van sucediendo y tomo las vivencias primeras con mi primer bebé como enseñanzas únicas, muy valiosas, y las guardo como un gran tesoro en mi memoria, porque siempre estará él para recordarme la plenitud de la vida, la generosidad que muestra cuando se confía en ella… y siempre habrá un espacio privilegiado en mi corazón para mi primer niño, por ser especial en sí mismo y porque lo merece sin condiciones.


Comienza la separación emocional mamá-bebé que lleva tantos años y de la que tanto he leído, y me siento contenta de estar brindando a mi pequeño rubiete tantos besos, tantos abrazos y tanto sostén emocional sin límites. Sin embargo, se me escapan lágrimas al pensar en esa etapa única que vivimos junto a él como primer bebé.

A mi hijo Álvaro

domingo, 31 de octubre de 2010

Enseñanzas de un pequeño maestro

Me acabo de dar cuenta de que Gael me está enseñando algo importante. No sabía muy bien de qué manera interpretar a través del raciocinio lo que me estaba ocurriendo estos últimos días, pero finalmente dí con ello.

Mi segundo gran maestro, el que me está abriendo de nuevo el alma, me está mostrando dos cosas: por un lado, que no puedo ni debo decidir por él; es dueño de su vida, como deberíamos ser todos y cada uno de la nuestra. La segunda enseñanza tiene que ver con las expectativas.

Llevamos esperando su llegada desde hace una semana y en un momento dado, la espera se convirtió en impaciencia, después se tornó en angustia, hasta que de nuevo apareció la calma relativa. Lo que tiene que ser, lo será en su momento. No soy quién para asignar un día en el calendario y controlar desde el principio de su existencia exterior su vida y sus sensaciones, así que retomo la confianza en mí, en mi cuerpo, en mi sabiduría de mujer salvaje, pero sobre todo en él, quien es el único que realmente tiene la llave de todo y espero… eso sí, con ganas, para qué negarlo.

Aprendo también que me he dejado llevar por la locura del control y la planificación; no soy dueña del destino, no todo depende de mí y de ahora en adelante tomaré conciencia en cada acto, cada situación de hasta qué punto puedo modificar el camino hacia el destino de las cosas. Siempre cuestionando.

Gracias, hijo, te esperamos con los brazos abiertos.

lunes, 25 de octubre de 2010

Erre que erre

Dado que tras el penoso reportaje publicado por el mundo en el que se nos insulta al género femenino en general y a las mujeres que amamantamos en particular, tildándonos de retrógradas y de otras muchas lindezas, (que ya comenté en la entrada “Soy mamífera”), que generó el movimiento tan grande en Facebook, y al que se sigue respondiendo con otro insulto al conocimiento científico y a la opción de vida de muchas familias, bajo el título “El cuento de la madre y la vaca lechera es tabú”, no quiero perder la oportunidad de contestar por última vez a la ignorancia y sobre todo a la mala fe de los que consintieron la publicación de este último. Por cierto, y aludiendo al titular, parece que el tabú está en ver amamantar; le ocurre a gran parte de la sociedad, está mejor visto un bebé con biberón en sus manos o en las de su madre, que un bebé con esas mismas manos en el pecho de su madre.


El movimiento al que aludo llamado “Me indigna que El Mundo haga este ataque a la lactancia materna” y al cual me uní el mismo día de la aparición del primer reportaje, ha publicado una nota en respuesta que merece la pena mencionar:


Señores de El Mundo: Sabemos que nos leen. Sabemos lo difícil que es criar. Por supuesto, no criticamos a las madres que dan biberón. Ni siquiera nos indigna que nos critiquen por dar pecho. A eso ya estamos más que acostumbradas.


Lo que sí nos indigna es que “¿profesionales?” de la información tergiversen la realidad descaradamente en contra de la lactancia materna. Que lo hagan desde su posición de poder. Que lo intenten convertir en ideología. Y, sobre todo, que lo planteen como una guerra de mujeres.


No señores, no. La guerra no es entre nosotras. Es contra el sistema. Queremos poder decidir. Unas y otras. Pero para poder hacerlo, necesitamos información veraz, apoyo y respeto. Lo que ustedes no han demostrado todavía. 


Poco más quiero añadir, sólo que constancia escrita queda de su hipocresía al tratar un tema que no debería ser motivo de discusión, como no lo es la nocividad del tabaco u otros asuntos relacionados con la salud en general. Hipocresía e ignorancia, porque en ningún momento vislumbro de dónde ha salido esa información que la Sra. Machado decía que estaba demostrada. En una de las cartas que su periódico recibió de Dña. María del Carmen Iglesias de la Cruz, Doctora en Farmacia, y que por cierto, no se menciona nada de ella, escrita y documentada como nadie lo ha hecho en su periódico (ésto sí es rigor científico) se exponen punto por punto con referencias bibliográficas, ya no los beneficios de la leche materna, que repito, no deberíamos estar cuestionando, sino más bien los perjuicios de la leche artificial. Pero está claro, no interesa, económicamente hablando. Quiero insistir en que la opción de muchas madres de dar biberones, no está reñida con la opción de las que no lo hacemos. Lo respeto y lo respetamos.


Y en referencia al neomachismo del que habla Amparo Rubiales, me queda más que reírme, o más bien, compadecerme de alguien que reniega de su condición de mujer y que confunde la maternidad y en concreto el amamantamiento con la esclavitud. Usted nos insulta llamándonos talibanas de la teta. A nadie que no quiera amamantar la tacharía yo de talibana del biberón, pero, lo que son las cosas, los que decidimos seguirnos a nosotros mismos y no a los dictados de moda o malos consejos, se nos insulta. Pues muy bien. Penita me dan. Se perdieron de ustedes mismos y ya les es muy difícil reencontrarse.


Hoy en uno de los libros que tengo más a mano me encuentro esto: La Naturaleza nunca dice una cosa y la sabiduría otra” Juvenal (c. 60-140 a.c.). Pues viene al pelo la cita, me parece buenísima al hilo de todo lo que acontece en el mundo en general y en el periódico en particular.


Les dejo, que voy a darle teta a mi hijo.


sábado, 23 de octubre de 2010

Coherencia- A John Taylor Gatto

La entrada de hoy no es mía, pero quiero plasmar el pensamiento de John Taylor Gatto, gran maestro y revolucionario de la educación. Dejo sus palabras cuando dimitió en 1991, siendo aún "Mejor Profesor del Año" del estado de Nueva York. Este título se le había otorgado en tres ocasiones. Desde entonces, se dedica a dar conferencias sobre las alternativas al sistema educativo vigente y los éxitos académicos alcanzados a través del home schooling o educación en casa, habituales en EEUU y Europa. A pesar de los años transcurridos, la esencia de la educación no ha cambiado, diseñada para el aprendizaje dirigido con pocas o nulas oportunidades de potenciar la verdadera interiorización de ideas y conceptos a través de la curiosidad natural e innata en los niños, que facilitaría además el libre pensamiento y el cultivo de un criterio verdadero, no impuesto de forma sutil; por eso creo que éste es un mensaje atemporal y digno de ser rescatado.


He enseñado en la escuela pública durante 26 años pero ya no puedo hacerlo más. Durante años, pedí al Consejo de Educación local y al superintendente que me dejara enseñar un currículum que no hiciese daño a los alumnos, pero ellos tienen otras cosas de qué ocuparse. Así que voy a dimitir, creo.

He llegado poco a poco a comprender lo que significa realmente enseñar: un currículum de confusión, oposición de la clase, justicia arbitraria, vulgaridad, rudeza, falta de respeto a la intimidad, indiferencia a la calidad, y total dependencia. Enseño cómo encajar en un mundo en el que yo no quiero vivir.

Simplemente, no puedo hacerlo más. No puedo enseñar a niños que esperan que les digan lo que tienen que hacer; no puedo enseñar a personas que dejan lo que están haciendo cuando suena un timbre; no puedo persuadir a los niños para sentir justicia en su clase cuando no la hay, y no puedo convencer a los niños de que crean que los maestros tienen secretos valiosos que ellos podrán conseguir si siguen nuestras disciplinas. No es cierto.

La Educación del Gobierno es la aventura más radical de la historia. Mata la familia al monopolizar las mejores etapas de la infancia y al enseñar a no respetar el hogar y a los padres.

¿Una exageración? Apenas. Los padres no tienen la intención de participar en nuestra forma de educación, todo lo contrario. Mis órdenes como maestro de escuela son hacer que los niños encajen en un sistema de entrenamiento animal, no ayudar a que cada uno encuentre su particular camino.

El anteproyecto completo del procedimiento que sigue la escuela es egipcio, no griego ni romano. Nace de la fe en que el valor humano es un bien escaso, representado simbólicamente por la estrecha cima de una pirámide.


Esa idea pasó a la historia americana a través de los Puritanos. Encuentra su representación "científica" en la Bell Curve, a lo largo de la cual el talento se reparte supuestamente por alguna Ley de Hierro de la biología.

Es una idea religiosa y las escuelas son su iglesia. La ciudad de Nueva York me contrata como sacerdote. Yo ofrezco rituales para mantener acorralada la herejía. Proporciono información para justificar la pirámide celestial.

Sócrates previó que si la enseñanza se convertía en una profesión formal sucedería algo así. El interés profesional se sirve mejor si lo fácil se muestra como si fuera difícil; si se subordina lo laico al sacerdocio. La escuela se ha convertido demasiado vitalmente en un proyecto de trabajos, en un contratista y una protectora del orden social para que pueda permitirse que sea reformada. Tiene aliados políticos que vigilan su marcha.

Ese es el motivo de que las reformas vengan y vayan sin que haya muchos cambios. Incluso los reformadores no pueden imaginar una escuela muy distinta.

David aprende a leer a la edad de cuatro; Raquel, a la edad de nueve: si el desarrollo es normal, cuando ambos tengan trece, no se podrá decir cuál de ellos aprendió primero; la extensión de los cinco años no significa nada en absoluto. Pero en la escuela etiquetarán a Raquel como "incapacitada para el aprendizaje" y a David lo frenarán un poco también. Por un sueldo, hago que David dependa de mí diciéndole cuándo empezar y cuándo parar. Nunca superará esa dependencia. A Raquel la identifico como mercancía de saldo, "educación especial". Después de unos pocos meses, quedará encerrada en su sitio para siempre.

En los 26 años que he estado enseñando a niños ricos y pobres, casi nunca me he encontrado a un niño "discapacitado para el aprendizaje"; casi nunca me he encontrado tampoco con un "dotado". Como todas las categorías escolares, estos son mitos sagrados, creados por la imaginación humana. Derivan de valores cuestionables que nunca examinamos porque preservan el Templo de la Educación. Ese es el secreto detrás de los exámenes con respuestas cortas, los timbres, las clases de duración fija, las clases divididas por edades, la estandarización y todo el resto de religión escolar que castiga nuestra nación.

No hay una buena manera de educarse; hay tantas como huellas dactilares. No necesitamos profesores certificados para hacer que la educación ocurra... eso probablemente garantiza que no lo haga.

¿Cuántas pruebas más hacen falta? Las buenas escuelas no necesitan más dinero o un año académico más largo; necesitan elecciones de libre mercado, variedad que hable para cada necesidad y corra riesgos. No necesitamos un currículum nacional, o un examen nacional. Ambas iniciativas surgen de la ignorancia de cómo aprenden las personas, o de una deliberada indiferencia hacia ello.

No puedo enseñar así por más tiempo. Si os enteráis de algún trabajo en el que no tenga que hacer daño a los niños para ganarme la vida, hacédmelo saber. En otoño estaré buscando trabajo, creo.

 
The nine assumptions of modern schooling. John Taylor Gatto. Alliance for the Separation of School & State
AGAINST SCHOOL. How public education cripples our kids, and why, por John Taylor Gatto. Harper's Magazine. 2001.

lunes, 18 de octubre de 2010

Soy mamífera

Estaba preparando un artículo muy personal acerca de mi visión sobre la lactancia y de repente ayer me topo con un patético reportaje, mal documentado y por tanto mal argumentado en el magazine de El Mundo, en contra de la lactancia natural cuyo titular es “¿Madre o vaca?”. El título en sí es estúpido, porque las vacas son madres, no veo la necesidad de elegir entre una y otra; lo penoso es que pretende hacer una divertida comparativa entre las vacas y las madres que amamantamos, como si la vaca fuera la única mamífera del planeta con la que compararnos. ¡Qué ignorancia! El reportaje lo firma Carmen Machado; no sé quién es, no suelo leer este periódico, pero ahora aún menos, dada la pésima calidad de la información que se desprende del reportaje y lo dañino de las palabras que hay en él. No lo voy a desglosar por completo, tan sólo seguir en la línea de lo que escribía en estos días y aprovechar para protestar por este retroceso en la visión de la Humanidad en general, que menosprecia el papel natural de la mujer como madre, dispensadora de alimento físico y emocional de sus crías, con engaños de corte feminista que nada tendrían que ver con ello.
A mí me maravilla la lactancia. Soy una auténtica convencida de lo poderoso y mágico de este acto tan natural y tan denostado actualmente, en según qué situaciones. Pero no voy a contar los innumerables beneficios nutricionales de la leche materna, aunque me sienta tentada porque parece ser que es lo que más importa, y además es una de las carencias del reportaje, en otro momento compilaré la información científica acerca de ello, sino que quiero ir un poco más allá y desentrañar el significado más profundo que tiene para mí el lactar.
Amamantar y ser amamantado es un intercambio de energía, amor, entrega, contacto físico y visual, olores, estímulo oral, cariño, ternura, apego, caricias, embelesamiento, respiración, gestos, voces, tacto, tibieza, cobijo, bienestar… podría seguir hasta el infinito, y es que todo eso y más es lo que a mí me inspira;  es uno de los actos de amor más altruistas que una madre puede hacer. Y bajo mi punto de vista, es algo indispensable para la fusión emocional con el bebé, clave para su crecimiento integral como persona.

Para dar de mamar, no hay receta más simple que querer hacerlo y si encuentras dificultades, buscar apoyo, pero apoyo de verdad que lleva parejo el acompañamiento, no consejos baratos. ¿Cómo es posible que la especie humana, y más en concreto, el mundo occidental, piense que es algo que depende de la suerte? ¿Nos estamos extinguiendo como especie? No es posible que porcentajes tan elevados de mujeres piensen y digan que no tienen leche, o que la tienen aguada, o de mala calidad. Es absurdo, habríamos acabado ya nuestra existencia. Hay algo muy poderoso que genera muchos beneficios económicos: la cultura del biberón, inventado para salvar niños abandonados a su suerte en los orfanatos (bendito invento), pero de ningún modo extrapolable a niños que están junto a sus madres; sí, alguien me dirá que puede que haya mujeres con problemas físicos para lactar, claro que las hay, igual que las hay diabéticas, o cardiópatas, pero no es lo habitual. Que un porcentaje cercano al 30% de mujeres piensen que no pueden amamantar es en sí patológico… Con esto sólo pretendo invitar a la reflexión para reconectar con nuestra animalidad y condición de mamíferos, y desterrar mitos y condicionantes. ¿Quién o quiénes hicieron creer a estas mujeres que no eran capaces? ¿Y quiénes han equiparado biberón a teta, cuando no es cierto, bajo ningún punto de vista, ni nutritivo, ni afectivo…? No lo digo yo, lo dicen los estudios, si es que alguien quiere recurrir a ellos. Sra. Machado, ¿los ha leído? Puedo constatar que no.
Hay muchos factores que influyen en el fracaso de la lactancia materna, no sólo lo que he expuesto anteriormente. ¿Por qué le ponemos límites a la teta? ¿Cómo nos atrevemos a controlar tiempos de succión, y horas de toma? Lo mejor para llevar la lactancia de forma natural es olvidarse del reloj y andar con el bebé sobre el pecho desnudo todo el día, es así de sencillo, pero claro, debemos despojarnos para ello de los “debes” de siempre. “Debo” estar presentable, “debo” parecer la misma de antes… nada es igual, con lo que, ¿por qué luchar contra la Naturaleza? Este es uno de los puntos del reportaje de Carmen Machado que me apenan. ¿Desde cuándo tenemos que renunciar a nuestra condición de mujer-madre para incorporarnos al “mundo”? ¿Acaso ese “mundo” merece la pena como benefactor para la sociedad? ¿No es otro de los engaños del sistema consumista que aliena el ser humano? Es en este momento cuando quiero expresar mi respeto hacia aquellas mujeres que sí consideran prioritario el sistema a su genuina existencia. Cada cual es libre de escoger, pero tengo la sensación de que no siempre lo hacemos informadas y mucho  menos conectadas con nuestra verdadera historia personal ni nuestra verdadera esencia. Simplemente, nos dejamos llevar por las olas de lo estipulado y lo que se nos vende como exitoso; de esta manera, pretendemos tener cuerpazos, nos operamos lo que haga falta, abandonamos a nuestros niños en guarderías porque tenemos que seguir en nuestro tren, y pensamos que es obsceno amamantar a nuestros hijos, cuando nos gusta lucir escotes sugerentes y compramos los perfumes que se anuncian con un pecho por delante. ¿No es absurdo? Me parece respetable que cada una elija, pero de ninguna manera me voy a dejar insultar por querer hacer lo que hago, amamantar sin límites, sin horas, sin tiempos, sin edades, sin recomendaciones basadas en los prejuicios, porque soy una mamífera y voy a ejercer como tal. Y por cierto, sé de buena tinta que se puede compatibilizar la lactancia natural con el trabajo, sin tener que recurrir a los biberones, siempre y cuando una quiera, y se asesore si lo necesita.
La falta de respeto hacia los ritmos naturales de la especie humana hace que nuestras crías  crezcan en un ambiente totalmente impersonal y desapegado de su sostén principal. Esto tiene consecuencias en el futuro, más de una vez lo he dicho: las consultas de los psicoterapeutas están a rebosar y el conductismo voraz que impera en la educación de nuestros hijos dejan huellas que podemos vislumbrar a corto plazo, pero que a largo plazo, causan estragos. Porque hemos de saber que nuestra naturaleza está hecha para ser criados con leche materna y brazos durante mucho tiempo, más que los 6 meses de lactancia materna exclusiva, recomendados por la OMS, que ni esos se respetan por lo general, más pendientes estamos de las curvas de crecimiento (percentiles) que del crecimiento en sí de nuestro hijo, a ningún nivel. Ningún biberón podrá jamás sustituir todo eso. Desde aquí, mi abrazo solidario a aquellas mujeres que no supieron, que no pudieron, que se dejaron mal aconsejar y que hubieran tenido otro destino guardado para sus hijos si se hubieran escuchado.
Soy y somos mamíferas. A estas alturas, ¿alguien se atreve a cuestionarlo?

viernes, 8 de octubre de 2010

Lo que de verdad importa

Estas son sólo algunas de las reflexiones que me he hecho en estos (pocos) años que llevo siendo madre, pero que han supuesto un vuelco tan grande en mi forma de concebir el mundo, la vida interior, la vida en comunidad y la vida en general, confirmándome por qué tenía esa inquietud que no terminaba de aflorar… Me quiero centrar en esta entrada en lo que llaman conciliación familiar y laboral.

Fuimos padres por primera vez en marzo del 2008. Más allá del cambio vital que supone la llegada de un hijo, comenzamos a caminar de la mano de ideas que iban y venían, replanteamientos del significado de las cosas, cuestionamientos de lo realmente importante, es decir, dando prioridades según íbamos “aprendiendo” a ser padres consecuentes y lo más coherentes posibles con nuestro pensamiento y filosofía. Entrecomillo aprendiendo porque estoy convencida de que todos albergamos en nuestro interior al hijo, al padre, a la madre, a la abuela… es algo que no se enseña ni se aprende, como a controlar esfínteres, es algo que surge como parte de la evolución natural personal. Otra cosa es que nos hayamos dejado adormecer por la vorágine de esta sociedad impersonal y que nos dicta lo que hemos de ser y cómo hemos de funcionar.

Así, y a título personal, me fui dando cuenta de que el montaje de la trama en la que vivimos, obligaba a tomar una serie de decisiones que iban contra natura, y en concreto, iban en contra de lo que yo pensaba y sobre todo sentía, porque en innumerables ocasiones el pensamiento está condicionado por lo socialmente aceptado, lo que se espera de uno, lo que está “bien visto”. Según andas y ahondas en ti, vas soltando esos lastres culturales, vas llegando a conclusiones tan obvias…. y tan difíciles de casar con esos condicionantes…Entonces debes tomar una determinación:

- o haces lo que es normal, en el sentido de habitual, lo que hace todo el mundo y te desconectas una vez más de tu esencia
            - o haces lo que te pide tu cuerpo, tu alma y tu corazón, siéndote fiel a ti mismo

Yo hice lo segundo junto a mi pareja. Estábamos en el mismo barco. Teníamos clara la prioridad. Queríamos, porque así lo sentíamos, un estilo de crianza basado en el apego, en el contacto continuo, en la lactancia materna continuada, en el compartir lecho, en los besos, en los abrazos, en la confianza y el respeto hacia esa persona tan pequeña, en la no escolarización precoz…


De esta forma, decidimos que uno de los dos se quedaba en casa con el peque. Es una de las decisiones más importantes que hemos tomado, aunque muchos no lo entiendan, porque además, nuestro caso es peculiar. Como madre, me encantaría estar con mis niños (pluralizo ahora que se acerca el nacimiento de Gael) en casa. Como mujer consciente del lugar en el que nos ha tocado vivir (hasta que decidamos ese salto que espero para algún momento no muy lejano) medité y meditamos juntos también. Necesitábamos una solución global, familiar; de nada nos servía que yo dejara de trabajar si no iba a contar con la compañía del padre, dado que trabajaba en unos turnos que le permitían tener tan sólo dos ó tres horas al día de vida familiar de verdad. Sin embargo, mi caso era (es) diferente: sin horarios agobiantes, con muchas posibilidades a varios niveles, con una libertad inusual en el mercado laboral. Estaba claro. Papá se quedó en casa y todos contentos. Los posibles problemas que a priori pudieran aparecer se solventaban sin ninguna dificultad, como por ejemplo con la lactancia. En ningún momento mi bebé tuvo que ser alimentado a biberón, no adelantamos en absoluto el ofrecimiento de la alimentación complementaria. Me hice amiga íntima del sacaleches durante el primer año y comprobé que si quieres y crees en algo, puedes. De hecho, llevamos 31 meses de feliz lactancia.

Basada en esta experiencia personal, me reafirmo en mi convicción de que es fundamental una figura en casa y si son las dos, muchísimo mejor. Nosotros vivimos muy felices así, estamos en total sintonía, compartimos todos los pasos de nuestro pequeño y nada nos detiene. El tiempo es nuestro. La vida también.

No obstante, seguiremos luchando de la manera que podamos para que en un futuro, esperemos no muy lejano, las madres puedan disfrutar de una baja maternal en condiciones, al menos acorde a las recomendaciones de la OMS, para que la crianza se considere un tema prioritario y dejemos, en general, de servir a la sociedad como meros fabricantes de mentes uniformadas, obedientes y entregadas a la causa, o sea, a las empresas, a la dinámica de generar dinero y a la alienación del ser humano. Al menos mis hijos mamarán esta manera de ayudar al mundo, recuperando lo que perdimos no hace mucho, nuestra sabiduría que no necesita manuales, nuestro poder y autoestima que no está supeditada a reconocimientos profesionales y demás insustancialidades. Hubo un tiempo, hace varios años, en que necesité reafirmación en mi trabajo; suerte que me dí cuenta del vacío que escondía aquello. No necesito demostrar nada a nadie, ni siquiera a mí misma. Lo que de verdad importa está dentro de nosotros, y lo dejamos escapar engañados por los posibles sueños que en la realidad nunca alcanzas porque son humo, sin autenticidad. Merece la pena llegar a verlo, ¿verdad?

sábado, 2 de octubre de 2010

Laura Gutman en Madrid

El pasado 27 de septiembre, Laura Gutman, dentro de su gira por España, ofreció una conferencia en Madrid, bajo el título “Nuestras infancias reflejadas”, a la que acudí con unas ganas locas de por fin escuchar a quien tanto había leído, releído e interpretado. Fueron tres horas que transcurrieron deprisa, con una audiencia entusiasta y entregada, con perfiles muy similares, algunos bebés con sus madres, o sea, muy en la línea de lo que esperaba.
No pretendo hacer un resumen técnico de todo lo que en ese (escaso) espacio de tiempo se expuso, no hay más que leer alguno de sus libros para hacerse una idea de la línea de pensamiento y trabajo de esta terapeuta familiar, de lo que significa la vivencia de la infancia, la influencia tan grande que tiene en el adulto que somos, lo que es la construcción del personaje o del yo engañado y otras muchas consideraciones, bajo mi punto de vista, muy interesantes y que dan para profundizar todo lo que uno quiera.
Más bien me gustaría resaltar aquello que más me tocó en lo profundo, anoté y reconsideré como una segunda parte de mi búsqueda. Digo “reconsideré”, porque habiendo leído varias veces todo el material publicado por ella, se me removieron cosas sin querer, que ya había tenido ocasión de trabajar en mi terapia. Pude ver entonces que el trabajo surtió efecto, me sentí en total conexión con todo lo que surgió en el encuentro, con la interacción de la audiencia, con el ambiente que se respiraba… Y además estaba Susana, mi matrona, todo un lujo, justo en este preciso momento. Destacaré en negrita las premisas de la ponencia.
Comenzó la exposición con el principio de la vida. Somos concebidos y vivimos en el útero de nuestras madres, con todo lo que necesitamos, no nos falta nada… y en el momento del nacimiento, que en demasiados casos se da en un ambiente frío y lejos de lo realmente necesario, pasamos a la vida extrauterina; en cualquier caso, lo único que esperamos como crías humanas es permanecer en un único sitio, clave para nuestra supervivencia, grabado a fuego en nuestro instinto más arraigado: los brazos de nuestra madre. Pero aquí aparece el primer problema: los condicionamientos y prejuicios del mundo occidental, que desconfía de lo más sencillo y natural y se atreve a establecer normas y reglas acerca de “cómo criar a los hijos”, en lugar de dejar actuar a cada madre, padre y familia según dicten su instinto y su corazón, sin tantos consejos mediatizados, llenos de incoherencias muchas veces, de unos y otros. Básicamente esta “incultura” sostiene que los bebés son seres sin emociones, con unas necesidades físicas básicas y que muchos creen solucionar con alimento cada tres horas, mantener los pañales limpios y abandonar al bebé en una cuna en la oscuridad, una cuna llena de bordados lindísimos (o no), pero ajenos a lo que realmente quiere ese pequeño. A él todo eso no le importa lo más mínimo porque lo que necesita DE VERDAD es estar en el regazo de su madre, necesita mamar a demanda, no con relojes ni pautas absurdas e inventadas por no se sabe quién, algo estúpido y sin sentido pero muy popular y además necesita estar encima de su madre en movimiento, como cuando vivía intra útero. Es pura biología. No hay más que observar cómo funcionan otros mamíferos con sus cachorros, o más fácil todavía, otras culturas más pacíficas, que las hay, del planeta.
Aquí empieza el desamparo. Este es el principio de la historia. Así es como el bebé, luego niño, y luego adulto, comienza a forjar su personaje, de tal manera que se compense aquello que no recibió. Etiquetamos a los niños desde sus primeros días como “buenos”, “rebeldes”, “malos” (ésta me chirría especialmente) “llorones”, “demandantes”, cuando el problema lo tenemos nosotros,  nuestro niño interno, que a su vez no obtuvo lo que necesitó y pidió, no se sintió amparado para sentirse después fuerte y seguro y no tener que recurrir a la renuncia del ser esencial para sobrevivir y recibir la atención que de forma directa reclamaba desde sus inicios.  En función de las etiquetas que le pongamos al niño, se creará el personaje.
Y como dije en mi primera entrada, una cosa es la vivencia personal y otra lo que no ha sido nombrado, que se relega a la sombra, y por tanto no existe para la conciencia, aunque perdura en el subconsciente y termina aflorando a lo largo de nuestra vida, en forma de crisis vital o depresión…
La charla prosiguió con una descripción de diferentes tipos de personajes y el denominador común de todos ellos es: demanda de amor, demanda de mamá. Cuando la demanda no se satisface, nos hacemos mayores y nos comportamos de manera que necesitamos desesperadamente lo que no obtuvimos en su día, pero en realidad no lo sabemos; de ahí pueden derivar los comportamientos adictivos, no necesariamente se refiere a hábitos tóxicos, problemas de anorexia, bulimia, etc. Sin entrar demasiado en el tema, se trataría de traducir lo que inconscientemente anhelamos en algo más tangible, quizá consumista o de cualquier otra índole. Darse cuenta del personaje de cada uno es muy duro, requiere mucha introspección y muchos pasan por la vida y se mueren con su personaje a cuestas, con lo que concluyó que no importa el nivel de desamparo, sino que lo que importa es la búsqueda personal para entenderlo, darle nombre, tomar conciencia de ello. Por eso es tan importante deber mirada al niño continuamente, porque cuando realmente hay mirada, el personaje no se consolida tanto; al crecer, ese mismo niño puede ver el mundo con otros ojos, no sólo bajo su prisma, sino que lo puede hacer poniéndose en el lugar de los demás. Tendrá una vida más plena, o al menos más unida a su ser esencial; aunque haya construido su personaje, siempre estará alerta y lo identificará cuando se dispare el automatismo. Si además sus padres se cuestionan las cosas y se autoexploran, será mucho más fácil su propia búsqueda.
En cuanto al modelo terapéutico que sigue la escuela de Laura Gutman, es muy importante la construcción de la biografía humana, que no siempre es fácil de dilucidar, pues lo que no se nombró, lo que pasó a la sombra, lo olvidamos como mecanismo de defensa. Pero en algún momento sale lo no nombrado, porque nadie descubre por sorpresa lo que en el fondo ya sabía.
Me quedo sobre todo con el mensaje final: no sólo importa si el estilo de crianza que deseas llevar a cabo se basa en el apego; es fundamental la sombra, poder verla y trabajarla. Si no lo hacemos, nuestro niño interno seguirá requiriendo atención y su trozo del pastel. Por eso pienso que es tan importante iniciar una búsqueda genuina y honestamente creo que ha sido de las cosas más duras pero provechosas que he podido hacer en mi vida, que me ha servido para entender los “para qué”. Vamos al terapeuta con 30,40, 50, 60 años por un motivo concreto y la realidad es que lo que terminas encontrando nada tenía que ver con la razón de la consulta. Eso es la búsqueda personal…
Y no estamos tan solos… el lunes éramos cien personas con pensamientos comunes, un número ridículo frente a la población de Madrid, pero a mí me gustó estar entre bichos raros como yo.

martes, 28 de septiembre de 2010

El padre consciente

La experiencia de la maternidad es algo muy personal, muy profundo y puede ser vivida de muchas maneras. En mi caso, lleva un compás en sintonía con el padre. El padre que a la vez es pareja compenetrada, que conoce, entiende y además comparte la verdadera naturaleza del embarazo, parto, puerperio y crianza en todo su conjunto y que sobre todo la respeta. Así, se va forjando mi familia, se fortalece, haciéndome sentir en total fusión con ella, pero también con vidas interiores individuales independientes, lo que hace que la riqueza sea aún mayor.

Para nosotros han sido muy importantes los caminos individuales recorridos hasta nuestro encuentro. Estaba escrito. Todo ha servido para lo que acontece en el presente. Y además, los procesos de autoconocimiento que cada uno de nosotros llevamos, haciéndonos cuestionar casi todo, nos ayuda a entendernos. La locura de uno cura la del otro.

Creo que el padre consciente no es aquel que hace la comida, tiende la ropa, hace la compra, cambia pañales y baña a los niños, sino que es algo más que eso. Es el que acompaña sin juicio de por medio, el que pregunta cómo te sientes, qué necesitas, el que te dice lo mucho que te quiere y lo bien que lo haces y el que ve tu belleza en las ojeras de noches sin dormir compartidas.

Es el que refuerza tu vínculo especial con el bebé, desde su concepción. No cuestiona tus decisiones, mucho menos tus sentimientos cuando estás inmersa en la más profunda de las locuras. Es capaz de sostener tu mano en ese trasiego por los vericuetos del alma.

Reconoce y se implica en la fortaleza de ese amor inconmensurable que sientes hacia tu cría. Sabe que es así, porque su amor hacia ella es también sin medida, aunque es consciente de que va en un plano diferente, que son complementarios, haciéndolo aún más vivo.

No se siente desplazado por su hijo, ni se cuestiona su hombría, es más, saca su lado femenino y su animalidad genuina, y empatiza de tal forma que su instinto le pide un piel con piel con su bebé, porque no está infantilizado y porque además se ha trabajado sus miedos, ha limado sus aristas, se ha mirado dentro y se reconoce como un ser capaz de darlo todo.

Defiende la lactancia y los brazos amorosos tanto como tú, no se siente fuera de la esfera si no alimenta él a su hijo. Duerme abrazado a él por el simple placer de olerle y oírle respirar, porque sabe además que ese abrazo le da seguridad y le hace sentir bien.

Es una suerte contar con alguien así a tu lado… ¿o es un camino escrito que dos almas complementarias se encuentren?

Dedicado a mi compañero de viaje…

lunes, 20 de septiembre de 2010

Punto y seguido

Comenzaba este blog contando mi historia de encuentro conmigo misma, la aceptación de mi yo verdadero y la liberación de mi cárcel interior, tras una crisis vital que me sirvió de trampolín para la zambullida en las catacumbas de la psique, en los rincones más inhóspitos jamás explorados por nadie, y que esperaban el mejor momento para mostrarse. Inicié mi terapia en aquel entonces, cuando la crisis me agobió.

Esta última semana he cumplido 38 años, y con ellos, una etapa del ciclo que estoy viviendo. He cerrado la terapia, mejor dicho, he cerrado la terapia guiada. He puesto un punto y seguido al diario de a bordo de autoconocimiento que empecé en aquel momento. No es un punto y aparte, no hay transición hacia otra fase guiada más; y no es un punto final, porque el camino acaba de comenzar. Ahora me enfrento a un devenir muy interesante, con muchas herramientas y habilidades que fui adquiriendo durante el proceso, algunas muy poderosas, como la confianza en mí y la certeza de saber quién NO soy. Sin embargo, sigue siendo un camino lleno de imprevistos, incertidumbres por resolver, cosas sutiles, y cosas importantes que limar; poco a poco, sin ninguna prisa, todo va llegando y cada asunto se va colocando en su estante. Me siento fuerte para hacerlo sola, en paz conmigo misma, esa que me costó tanto alcanzar y disfrutar.

En  mis comienzos, asistí a mi primer taller de recogimiento y meditación, en medio de una tormenta emocional muy profunda, sin saber muy bien qué pretendía con ello, perdida, minada, tímida, relacionándome con el mundo de la única manera que sabía hasta entonces, con una máscara que tapaba la inseguridad que me invadía y el desconcierto que me producía cualquier hecho, por banal que fuera. En aquel encuentro, afirmé que no sabía qué buscaba. El terapeuta sencillamente me dijo: “no busques, encuentra”. Esas palabras me impactaron y con el tiempo, me sirvieron para centrarme; quizá en aquel preciso momento no me ayudaron mucho, pues buscaba solucionar mi malestar de forma inmediata, pero adentrarse en las sombras requiere tiempo, es como bucear a gran profundidad, hay que descender poco a poco, ir viendo lo que se encuentra por el camino, hay peces pequeños, grandes, de apariencia inofensiva, otros que te asustan y te hacen recular… sigues bajando, lentamente, cuanto más bajas, más oscuro está todo y es más difícil adivinar qué tienes delante, hasta que lo vislumbras… Subes, también despacio, vas viendo lo que dejaste atrás con otros ojos, lo reconoces como propio, lo revives una y mil veces, lo cuestionas, lo niegas siempre que puedes, lo reconoces de nuevo, hasta que en la superficie, y tomando aire, aceptas que la zambullida acabó y que mereció la pena, dejas de negarte, a pesar de la claustrofobia y de los dolores internos. Estás sanando.

Personalmente, la maternidad, paralela a este proceso, ha sido mi mejor aliada para esta sanación profunda de la niña herida, para realizar una búsqueda personal genuina, con los ojos muy abiertos, dispuesta a todo, omnipotente junto a mi cachorro, dejándome llevar por aquel bebé que lo absorbía todo: el tiempo, la leche, el amor, con una disponibilidad incondicional y la seguridad de saber que era lo más grande que jamás había tenido en mis manos. Lo que ocurre en el puerperio no se puede nombrar, no hay palabras para definir las sensaciones y el significado de todo ello es tan trascendental como personal. Dice Laura Gutman: “El puerperio puede constituirse en una apertura del alma. Un abismo. Una iniciación. Si estamos dispuestas a sumergirnos en las aguas de nuestro yo desconocido. Y si buscamos sostén para la travesía”. Es eso mismo.


Y la sombra aparece en ese momento, lo queramos o no, lo busquemos o no. La maternidad es entonces una crisis vital en sí misma, pero tan rica en recursos si se quiere aprovechar, que la salida es sumamente reconfortante. Todo lo que te cuestionas en esos momentos cobra sentido, siempre que te dejes llevar por la locura sana que supone el entrar en un vínculo profundo con el bebé, todo el tiempo, sin pensar en nada superfluo, conectando con ese ser al que conoces de antes y que interpreta a la perfección lo que sientes y lo que anda en tu subconsciente.

Como decía al principio, continúo el camino de exploración que inicié de la mano de mi guía espiritual; he soltado esa mano, he tomado las herramientas que necesito, las he interiorizado y sigo arropada por mi sostén emocional principal, que es el padre de mis hijos, Alex, consciente y en su propio proceso, junto a un maestro que es el que más me ha permitido que la búsqueda sea verdadera y que quiera continuarla, mi pequeño Álvaro, y en poco tiempo viviré otra apertura del alma, de la mano de Gael, que seguro tiene mucho que enseñarme, porque este aprendizaje, como el camino, es interminable.

martes, 14 de septiembre de 2010

¿Aún más colegio?

Ciertas noticias me producen un espanto enorme, como la aparecida en el diario ABC el día 8 de este mes y que he descubierto hoy por casualidad (http://www.abc.es/20100907/sociedad/padres-piden-colegios-abran-201009071620.html).

Curiosamente, hace tres días veía en el telediario un mini reportaje acerca de una maestra llamada Julia Resina (http://www.rtve.es/alacarta/#874037), que me impactó por lo bonita en sí de la misma y que me llegó al corazón por cómo esta mujer ha ejercido su profesión durante casi cuarenta años. Lo cuenta en un libro que se publica mañana, llamado "Querida maestra" de La Esfera de los libros. Yo, que personalmente desconfío del sistema educativo oficial vigente, vislumbré algo de luz y pensé: “hay gente que sabe lo que es realmente importante en la educación y en la vida”. El domingo el diario El Mundo publicaba en su magazine un reportaje sobre ella, sobre la labor encomiable de esta maestra en las aulas y en la vida, que recomiendo desde aquí. Básicamente, Julia Resina basa sus tesis en el respeto y la empatía, tan en desuso actualmente, en la enseñanza con cariño y dedicación, y en lograr despertar lo mejor de cada alumno con esas armas tan sencillas.

Y hoy siento una punzada cuando en esa noticia de la que hablaba al principio, leo “Los padres piden que los colegios abran los domingos”. El debate está servido, esto es tan sólo el titular. ¿Qué más me encontraré dentro? Me dispongo a leerlo, con cierto miedo; reconozco que estoy predispuesta a la indignación, estas cosas son lo suficientemente serias como para quedar indiferente… y lo primero que veo es la expresión tan de moda “conciliación de la vida profesional y familiar”. Sí, es un problema, lo sufrimos todos en una medida u otra, pero me falta ver el enfoque. Mientras unos pensamos que podemos vivir con menos, pero en más sintonía con nuestros hijos y parejas, proporcionando a nuestros niños más calor afectivo, más seguridad a través del apego, herramientas básicas para que sientan que son dignos de ser tenidos en cuenta, amados y respetados, otros piensan que es mejor tener más cosas materiales que darles, a cambio de vacío afectivo irreparable. Me va sonando mal...

La Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA) propone lo siguiente:

• puertas abiertas de los colegios 12 horas al día

• puertas abiertas de los colegios 7 días a la semana

• puertas abiertas de los colegios 12 meses al año

es decir, al mismo ritmo que los centros comerciales esos tan maravillosos donde algunas familias pasan su tiempo de ocio con los niños, una auténtica locura, bajo mi punto de vista.

Manoli Ocaña, miembro de la junta directiva de la Asociación en Baleares dice textualmente: “ayudaría a que los padres puedan encargarse de su negocio. Supondría una conciliación real de la vida familiar con la profesional”… Me quedo perpleja, pero lo veo más claro: el niño no nos reporta ningún beneficio económico. Suena duro, ¿eh?. Esto sí que es el colmo; o sea, concilio MI vida profesional, para que mi negocio vaya aún mejor y al niño lo aparco 12 horas al día, 7 días a la semana, 12 meses al año y delego mi responsabilidad en personas externas que no tienen ningún vínculo emocional con mi hijo, y que además, están cansados de pedir que los padres se impliquen más en su educación. ¿Con qué estoy conciliando entonces? ¿Con mi bienestar económico?

Además, la CEAPA, pide también lograr permisos laborales para asistir a las tutorías, reuniones de padres etc… Eso me parece más razonable, pero no me cuadra nada con la primera propuesta, lo siento, estaré obtusa pero lo veo totalmente incongruente. Y sigue: “está comprobado que una buena comunicación entre los padres y el colegio de sus hijos repercute en las notas”. Sí, es cierto, pero no podemos delegar el grueso de la atención que requieren nuestros hijos, al colegio. Y no entro en el tema de las notas, pero no me parece lo más importante para lograr personas íntegras.

También se alude a temas que me siguen dando mucho miedo: más actividades extraescolares (¿más aún?), más plazas para educación infantil… A nadie se le ocurre pedir subvenciones para estar más disponible para los niños en casa. ¿Qué hace un bebé de 4 meses en una escuela infantil? Me hace gracia que siempre me argumentan que se “les estimula”, aprenden colores, números, o sea, cosas que se aprenden en casa, en la calle, y además no a través de un aprendizaje dirigido, sino espontáneo, que es el que perdura, como bien saben los teóricos de la educación. El mejor estímulo para un bebé son las caricias y la cercanía y dejemos de engañarnos sólo porque lamentablemente, tal y como está montado nuestro sistema, haya familias que tengan que recurrir a estas escuelas. Si no nos queda más remedio que echar mano de ellas, al menos reconozcamos que no es lo ideal…

Finaliza la CEAPA pidiendo una extensión del calendario escolar porque, en palabras de Ocaña, “no sólo ayudaría a la conciliación, sino que elevaría el bajo nivel académico, los niños se acomodan a no hacer nada durante un tiempo excesivo”. Parecemos productos finales que salen de una factoría de ciudadanos ocupados, sin posibilidad de vida a otros niveles. ¿Es esto a lo que se referían con la era de la robótica? ¿Por qué no tomamos como ejemplo Finlandia? Citaré textualmente las palabras que figuran en el folleto de la Asociación “Otra escuela es posible”: “El informe PISA señala a los alumnos finlandeses de 15 años como los de mayor competencia lectora, matemática y científica de toda la OCDE. El 96% de los alumnos finlandeses obtiene la secundaria obligatoria. Los niños finlandeses entran en el sistema escolar y no empiezan a leer en ningún caso hasta los 7 años. Las clases son de 45 minutos y 15 de descanso. La ratio por alumno es más baja que en España. Existe una gran flexibilidad organizativa en el centro para atender a los alumnos”.

Claro, que también es cierto que necesitaríamos equipararnos a otros niveles, como por ejemplo, un permiso de maternidad acorde a la naturaleza madurativa de nuestros niños, pero...

En fin, seguiré creyendo y confiando en personas como Julia Resina para no caer en la desazón, porque tal y como va el mundo… me niego a asumirlo.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Preparando la cueva

Lo voy sintiendo. Cada vez con más intensidad. Algo dentro de mí me pide recogimiento, serenidad, introspección, acompañamiento a mí misma. Miro los rincones, cada objeto, cada detalle de mi alrededor va ganando importancia. Percibo que el momento se acerca, a su ritmo, y me invade una sensación de alegría y nostalgia a la vez, porque este momento, el actual, no se repetirá.

Pienso en Álvaro… nos queda poco tiempo de estar solos; aprovecho cada mirada, cada sonrisa, cada abrazo, cada beso, cada acercamiento, para decirle lo importante que es para mí, lo grande que es como persona y cuánto le quiero.

Pienso en Alex… nos queda poco tiempo de ser padres de un solo hijo; siento con emoción su cercanía, su apoyo, es una pieza fundamental en todo esto. Y me doy cuenta también de que cada vez le necesito más a mi lado en estos momentos, porque será mi pilar más importante.

Vamos a vivir un gran cambio todos juntos como familia.

Vivo con ilusión el final de este embarazo, no hay prisa, cada momento es importante, cada día que Gael pasa en mi útero, es un paso más hacia el redescubrimiento, porque ya nos conocemos. Nos miraremos a los ojos por primera vez, la oxitocina obrará el milagro, nos enamoraremos, nos miraremos todos en ese espejo en el que se convierte compartir vida, el dar y el recibir amor a raudales.

Me gusta imaginar a Álvaro tal y como es él, pura ternura para con los bebés. Será un momento inolvidable, no tengo ninguna duda.

Me gusta imaginar a Alex, padrazo sensible, sostén emocional perfecto y consciente del puerperio que nos espera a todos. Es un paso más del ciclo, quiero vivirlo en toda su plenitud.

Me gusta imaginarme a mí, en fusión con el cosmos, dejando morir heridas antiguas, sanando y renaciendo una vez más.

Me gusta imaginar al pequeño Gael, arropado por nosotros, último eslabón de esta cadena sólida que estamos construyendo entre los cuatro.

No quepo en mí de emoción. Realmente la vida nos regala a cada paso que damos algo muy valioso, un tesoro que debemos tener en cuenta, sostenerlo, que nos sirve de oportunidad para crecer aún más, para reforzar y renovar el espíritu, para sentir la vida misma viajando por nuestro interior. No nos dejemos dormir, seamos conscientes del valor que tenemos en las manos.

Comienza el recogimiento y tengo que ver qué cosas pendientes quiero cerrar, cuáles quiero posponer para otro momento más idóneo y qué es lo que quiero vivir intensamente aquí y ahora. No hay dudas. Una vida llega, y la vamos a recibir con toda nuestra ilusión y todo nuestro cariño. Aquí te esperamos, sin prisa, tú decides el momento, lo sabrás mejor que ninguno, y nosotros estaremos disponibles para ti… siempre.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Desmontando la niña buena

Siempre tuve el germen de mí misma en mi interior. Pero no le dejé crecer lo suficiente.

Me pregunto cómo se fue gestando aquella crisis vital tan potente que me llevó a reencontrarme conmigo misma, a descubrirme por entero y a llenarme de una nueva energía, pasando por el dolor que supone el conocimiento y el adentrarse en las sombras propias, lo que negamos que somos pero que irremediablemente está ahí porque somos eso mismo… No importa. Lo que realmente importa en este momento es que encontré la senda hacia la consciencia, un camino largo, interminable, pero tan interesante que ando en él y me descubre cuán grande es el potencial humano, cuán grande es el instinto salvaje como mujer y ahora como madre. Las palabras de Clarissa Pinkola en su intenso libro “Mujeres que corren con los lobos”, lo expresan muy bien: “...una de las puertas hacia el Yo salvaje es el ansia de una vida más profunda y colmada… para encontrar a la mujer salvaje se debe regresar a la vida instintiva, a los más profundos conocimientos…”

Y como apunta Laura Gutman: “...una cosa es la vivencia y otra el discurso del ‘yo engañado’; desarmar a este último nace de la intención personal de conocernos más”

Así que en esas estoy….

Hace más de tres años me decidí a adentrarme en mis profundidades, no sin miedo por lo que me encontraría. Llevaba sumida en aquella crisis vital más tiempo de lo que mi conciencia me decía. Hechos que se sucedieron en el pasado pudieron desencadenarla (seguro), pero lo cierto es que ahí estaba y no era feliz del todo, al menos mi yo verdadero; mi yo engañado era pura imagen, imagen de bienestar y felicidad, justo lo que se esperaba de mí. Era el personaje construido que me permitía sobrevivir sin sufrir demasiado. Pero algo no encajaba, ese algo era tan grande como yo misma. A medida que me implicaba más en la terapia, más al fondo me enviaba, más hundida me sentía; sin embargo, cada vez me restaba menos para poder reflotar una vez tocara fondo y me impulsara.

Y tomé impulso…

La serenidad llega cuando empiezas a asumir lo que realmente eres, integrándolo, explicándote por qué haces las cosas que haces. Yo pude ver que mi personaje era el de la niña buena, no sin antes negarlo varias veces. ¿Realmente era necesario? Supongo que por mi impronta sería fundamental. Desmontar el personaje es muy difícil. Recuerdo cómo una amiga me contaba que los demás le decían que desde que hacía psicoterapia estaba peor; es justo lo que ocurre en muchos casos, esa es la percepción externa, a mí también me ocurrió tiempo después, pero lo que pude ver de mí misma es más autenticidad, menos engaño a uno mismo, que es lo que realmente importa, y en definitiva más felicidad por la liberación de condicionantes que antes consideraba insuperables.

Paralelamente, Álvaro nos eligió como padres, es mi primer gran maestro. Aquel embarazo fue una vorágine de sensaciones, se me removieron muchas cosas antiguas. Comencé a devorar las lecturas de Laura Gutman; me fascinaba lo que contaba, me sentía muy identificada con sus tesis, supe entonces que mi camino y estilo de crianza que quería no concordaba con lo que veía a mi alrededor. Tomé la decisión consciente de obrar según me dictaran el corazón y el alma, sobre todo sentía que mi cuerpo era dirigido por un instinto brutal hacia el apego con mi hijo, por extensión de lo que me ocurría conmigo misma. Cómo me alegra haberlo sentido así…

Y para terminar esta primera entrada, quiero citar textualmente a Alice Miller, en su obra “El drama del niño dotado y la búsqueda del verdadero Yo”:

“…El verdadero Yo no puede comunicarse porque ha permanecido en un plano inconsciente, y por ende no desarrollado, en una cárcel interior. El trato con los guardianes de esa cárcel no favorece un desarrollo vivo. Sólo después de la liberación empieza el Yo a articularse, a crecer y a desarrollar su creatividad. Y allí donde antes sólo era posible encontrar el temido vacío o los temidos fantasmas de la grandiosidad, se abre una riqueza vital realmente inesperada. No es una vuelta al hogar, pues éste nunca había existido. Es el descubrimiento de un hogar”

Nos vemos en el camino.