domingo, 8 de abril de 2012

Diálogo de besugos

Ayer fuimos de exposición con los niños, como siempre, claro. Y es que a Alvaro le encantan cada vez más, pues ya empieza a tener un discurso verbal lo suficientemente claro y lúcido como para además cuestionar cada cosa que ve.

Gael sin embargo, está más ocupado en explorar el mundo a su manera, propia de los 17 meses que tiene, y en éstas que andaba correteando por allí y en un suelo tan confortable como aquel, enmoquetado, se tiró al suelo a gatear. Yo me sentí algo aliviada porque eso suponía que no seguiría con las carreras, con lo que así estuvimos un rato, él y yo solos. De repente se me acercaron dos vigilantas, con las que hubo un intercambio de palabras que reproduzco aquí con toda la fidelidad que la memoria me permite:

Vigilanta 1: - Señora, está prohibido que los bebés gateen
Yo: - Perdona, ¿cómo dices?
V1: - Que está prohibido que los bebés gateen.
Y: - ¿Me estás diciendo que un bebé no se puede desplazar de la manera que naturalmente lo hace? ¿Me prohibirías a mí andar?- Mi cara de estupor reflejaba también indignación.
V1: - Le repito que la norma dice que los bebés no gateen
Y: - ¿Y eso por qué?- insisto
V1: - Es por su seguridad, para que nadie le pise las manos (sic) 
Y: - Disculpa, ¿me puedes dar una excusa algo más lógica? Porque nadie le va a pisar las manos estando yo con él. Aquí no molestamos a nadie y él no toca nada. Porque... es eso lo que te preocupa, ¿no?
V1: - Bueno, eso dicen todos los padres y luego se ponen a leer carteles
Y: - Disculpa, a mí lo que hagan otros padres como comprenderás me da igual. Yo me responsabilizo de mis cosas. En todo caso, dime que te preocupa que toque algo, pero dímelo si ves que cruzamos el límite, no te anticipes.

Interviene en este punto la vigilanta número 2.

V2: - Bueno, no vamos a discutir
Y: - Por supuesto que no; si no queréis discutir no lo hagáis entonces
V2: - Está bien, le dejamos, pero bajo su responsabilidad.
Y: - Por supuesto, en ningún momento he delegado la responsabilidad de mi bebé en vosotras, así que no necesito vuestro permiso...

Más o  menos fue  así. Entonces me planteo unas cuantas cosas:

1. No sé qué me indigna más, si que me entren con un embuste o que la razón verdadera sea el riesgo de toqueteo de los pies de las vitrinas, o ambas, claro.

2. ¿Cómo se puede formular con esa rotundidad una prohibición del estilo "prohibido ser"?

3. ¿Por qué está penalizado el gateo en un museo, en una zona donde no había nadie? ¿Acaso se minimiza el riesgo de pisar a un niño si éste va andando? ¿No existe también el riesgo de que le pisen los pies?

4. ¿En qué momento estas personas consideran que nos evadimos de responsabilidades? ¿Quizá porque nos encontrramos en un sitio público? ¿Acaso no soy ciudadana responsable de MI vida y por consiguiente de MIS hijos?

5. Me pregunto si a cada familia con carrito que había por allí se les advierte en la entrada: "por favor, cuidado con pisar a los demás con las ruedas".

Se me ocurren algunas otras algo más profundas, pero baste con esto, y ya tiraremos del hilo más adelante.

Al rato, me senté en un banco de la sala porque el pequeño, además de gatear tuvo la osadía de pedirme teta, así que ahí me senté a esperar que me espetaran alguna otra gilipollez descomunal como aquella que vivió una compañera en el Museo del Prado y tantas otras. En fin... ¿a dónde vamos?