lunes, 7 de marzo de 2011

La frustración emocional infantil según Yolanda González

Hace tiempo que vengo pensando en escribir acerca de la represión del carácter durante la primera infancia y su repercusión en el adulto, en relación directa con las rabietas típicas de los 2-3 años. Harta de escuchar que no hay que consentir que un pequeño de esa edad demuestre sus emociones tal y como sabe, empecé a leer mucho acerca de psicología infantil y uno de los libros que han configurado mi biblioteca de crianza con apego, es "Amar sin miedo a malcriar" de Yolanda González Vara. En esta entrevista de Patricia Soto en el periódico Diagonal, se resume muy bien cómo se frustran las emociones de los más pequeños y las consecuencias que acarrea.
"LA FRUSTRACIÓN EMOCIONAL INFANTIL ES LA BASE DE LA RESIGNACIÓN ADULTA"
Por Patricia Soto
Yolanda González Vara. Psicóloga clínica. Formadora en Promoción y Prevención de la salud infanto-juvenil, presidenta de A.P.I.R y miembro de I.A.N (Asociación europea de la Teoría de apego).
y autora del libro “Amar sin miedo a malcriar”. (Edit. RBA) responde a unas preguntas para Diagonal con motivo de las Jornadas Internacionales de Crianza de la Asociación de Alcoy “La Serrada

¿Hasta que punto la salud física está relacionada con la gestión emocional de un pequeño ( y de un adulto)?
Hasta hace pocas décadas, la salud física y la salud emocional respondían a dos disciplinas poco interconectadas: la Medicina y la Psicología.
Afortunadamente, cada vez más se comprende la dimensión psicosomática (cuerpo-mente) desde una perspectiva no escindida, sino unitaria: La salud física y la emocional, están mucho más vinculadas de lo que se sabía y se cree todavía en la actualidad. Por ejemplo, muchas otitis y catarros  infantiles recurrentes, responden más a la vivencia de una situación estresante para la que el bebé o niño no está maduro, que a los famosos “virus” que pretenden explicarlo todo. Si un bebé-niño está estresado o triste, es muy probable que su sistema inmunitario sufra una “bajada de defensas” y contraiga cualquier enfermedad.
 


¿Qué tiene que ver la sociedad post industrial, patriarcal y  productivista con la forma de crianza?
Mucho. Los modelos de crianza, guardan estrecha elación con la cultura y la economía de una sociedad en concreto. No es lo mismo tener un hijo en una sociedad competitiva e individualista, que en otra donde los valores humanos y las necesidades de la primera infancia, son prioritarios. No es lo mismo, tener hijos por necesidad reproductiva, que por una decisión responsable e implicada de los padres. “Invertir” en Infancia, es invertir en salud y futuro.
 
¿Es posible con el modelo económico actual cambiar el enfoque del trato a la infancia?
Es posible. Todo es posible, si tomamos consciencia de la necesidad de cambiar las prioridades de la sociedad. Nuestra sociedad, no está muy sana ni tampoco feliz, aunque vivamos en el llamado “primer mundo”. Necesitamos recuperar valores humanos, basados en el respeto por las necesidades elementales de los más vulnerables, en este caso, la primera infancia. Ellos,  dependen totalmente del ángulo de mirada del adulto, de su presencia emocional y su disponibilidad afectiva. Desde estas mínimas características, la criatura podrá   desarrollar  un vínculo seguro o inseguro, en función de la interacción con sus cuidadores principales y esta seguridad, es clave para afrontar los retos de  la vida adulta
 
¿Que propondría así a bote pronto a una pareja que acaba de saber que van a tener un hijo?
La llegada de un bebé, representa cambios profundos en la vida de una pareja. Les diría y les digo, que se preparen. Tener un hijo, no sólo es cuestión de biología. Se requiere formación e información si no queremos repetir modelos de educación y crianza que se transmiten intergeneracionalmente de padres a hijos. La preparación en el embarazo para la maternidad/paternidad y los grupos de crianza y de padres, son recursos necesarios si queremos fomentar una relación vincular más sana entre padres-hijos.
 
¿Hay modo de cambiar la educación recibida?
Por supuesto!. Reflexionar sobre nuestra propia educación, nuestras emociones y lo que consideramos que  debemos cambiar, es uno de los pasos más importantes. El segundo, es encontrar grupos que favorezcan la reflexión y el cambio de actitud. Somos nosotros, los adultos, los que tenemos que cuestionarnos nuestro funcionamiento de cara a la infancia y hemos de saber cuándo, cómo y por qué pedimos o esperamos una respuesta concreta, que quizá por desinformación, no sea la adecuada.  Ellos, los pequeños, son nuestro espejo y una fuente de aprendizaje permanente para quién quiera mirar y escuchar y sobre todo empatizar.
 
Planteas que la resignación, el 'no hay nada que hacer', se configura en el carácter a edades muy tempranas. ¿Cómo sucede esto?
Es un tema complejo y requiere mucho desarrollo para ser comprendido en profundidad. Pero en términos de síntesis, diríamos que:
La infancia, representa un largo proceso de desarrollo  tanto físico como emocional y social. Y no es tan “ideal” como se ha pintado. Todas las fases de la vida, son difíciles (adolescencia, madurez, vejez..) pero la infancia es la más vulnerable junto con la última etapa de la vida.
En los primeros 6-7 años de vida, se configura nuestro carácter (modo de ser y percibir la vida), aunque afortunadamente, siempre, siempre, podemos hacer cambios con posterioridad.
 Pero no olvidemos que  la base de nuestro carácter, se gesta en los primeros años de vida, aunque luego y con más dificultad, podamos realizar cambios en nuestra forma de ser y percibir, de varias  maneras.
La resignación, el “para qué…si es igual”, es consecuencia de la frustración reiterada a las necesidades vitales,   experimentadas en la primera etapa de la vida.: Si durante años, ante cualquier intento de cambio o protesta infantil, se recibe un “no” y una recriminación constante, es muy probable, que como la leyenda del elefante sufí que cuento en las jornadas de la Serrada y en mi libro, ese niño, deje de protestar y asuma que “no es posible cambiar”. Hay muchos adultos que han tirado la toalla en su vida, aunque no recuerden ya  nada de su infancia y por tanto ignoren el sentido de su resignación.
 No es innata. La resignación se aprende. Pues la vida, busca expansión, desarrollo y cambios para evolucionar, lo contrario de la “muerte en vida” que en casos extremos, representa la actitud resignada.
Por eso, como padres, educadores y profesionales de la salud, debemos ser conscientes de la importancia de nuestra función de cara a la primera infancia. Tenemos que tener presente, que nuestra actitud empática, y nuestra presencia emocional, son claves para favorecer un desarrollo saludable en la primera infancia.
Somos responsables, que no culpables, de atender adecuadamente la salud infantil y también el planeta que les legamos para su vida futura.
 

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