miércoles, 13 de abril de 2011

Desaprender y acariciar la libertad

Uno de los últimos libros que he leído es la obra de Elsa Punset "Brújula para navegantes emocionales". Es un ensayo escrito en un lenguaje directo, muy concreto y con planteamientos sencillos, que barre el mundo emocional desde la gestación hasta la edad adulta y precisamente el último capítulo ("El adulto libre: el desaprendizaje"), es el que más me ha llegado a nivel personal, porque me identifico con cada frase de la autora, me engancha en sensaciones conocidas y en cuestiones muy trabajadas en mi terapia: desaprender condicionantes y patrones establecidos (y ajenos), conocer y asumir el ego colectivo, llegar al verdadero yo y encontrar la senda de la verdadera libertad.

Por supuesto sigo en mi proceso inacabable de búsqueda personal, que evoluciona de forma sinusoidal, con sus crestas donde la intensidad se agudiza, y sus valles en los que reposa la conciencia y donde sedimentan las nuevas experiencias y aprendizajes fruto del des-aprendizaje. Siempre es así y ahora mismo creo haber comenzado una ascensión a un nuevo pico de cuestionamiento; en este momento, textos como éste me abren la mente aún más, porque me doy cuenta una vez más de lo grande que es el potencial que albergamos en nuestro interior.

Comienza el capítulo con esta frase: "Lo que se trae a la consciencia puede curarse o desprogramarse. Lo que se queda en el inconsciente nos ata sin remedio". Una potente premisa. Y que requiere además un trabajo de mantenimiento constante, de revisión, que nos obliga a cuestionarnos lo que ya fue replanteado y reconstruido en otro momento, aprender y desaprender las verdades tomadas de otros, siendo fiel a la esencia de cada cual, a los dictados propios. Algo muy difícil pero posible. Sólo así podemos llegar a ser libres. Dice Elsa Punset que "conocerse a sí mismo es imprescindible pero no suficiente", y que es importante mantener un equilibrio entre el mundo exterior y el interior.

Cuando el camino hacia la consciencia empieza, se asienta el dolor, no nos reconocemos más que en el personaje construido; después viene el cuestionamiento, que nace del interior como una mariposilla que revolotea alrededor, que no molesta, pero a la que cada vez prestas más atención. Por último, cuando nos enfrentamos a nosotros mismos, el cambio se da siempre que se mantenga la confianza en lo que encontramos, sabiendo que es muy fácil caer en la trampa de lo que fuimos, según los patrones que seguimos en el pasado porque pensábamos que así sobreviviríamos. Pero así no sólo sobrevivimos, sino que realmente vivimos nuestra vida con más autenticidad.

Desaprender es un proceso, no un destino.

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