Esta entrada es un extracto de un artículo publicado por la gran Casilda Rodrigáñez hace un año titulado "Lo que se oculta tras la cuestión del velo islámico". Me encanta la capacidad analítica y reflexiva de esta autora en todos sus escritos, pero rescato precisamente éste ahora porque el tema me toca la fibra de manera personal.
¿Por qué la polémica sobre el velo islámico ha sido desatada por los grupos más xenófobos de extrema derecha (recordemos que empezó el famoso alcalde de Vic), los mismos que veneran un paradigma de mujer casi siempre tocada con velo (la virgen María, etc)? ¿Por qué el velo de la madre Teresa de Calcuta , por poner un ejemplo, no se considera un atentado a la dignidad de la mujer y en cambio el de la mujer islámica sí? ¿Cuál es la diferencia? ¿Qué es lo que explica la actual persecución del velo islámico?
Mi modesta opinión es que detrás de la prohibición del velo islámico se cuece y se oculta una política de choque de civilizaciones, adobada en islamofobia. A su vez, tras la islamofobia, que es una pieza de la estrategia del nuevo orden mundial puesta en marcha tras la caída del muro de Berlín, hará unos 20 años, se oculta otra cosa además de la conquista del petróleo. La importancia y el alcance político de lo que se cuece y se oculta detrás de la polémica sobre el velo islámico es lo que se cuece y oculta en el cuerpo de la mujer que se tapa con él: su sexualidad prohibida.
Decía Cervantes, en la famosa arenga del Quijote a los cabreros, que las mujeres en la edad de oro (es decir, antes del patriarcado y de la sociedad esclavista) andaban "en trenza y en cabello", es decir, destocadas, y sin riesgo de que la lujuria alguna pudiera ofenderlas. Hace poco leí también un artículo sobre los Mosuo, el pueblo matrifocal del sur de China, uno de los pocos que perviven en el que las relaciones de parentesco no se basan en el matrimonio y gozan de libertad sexual, en el que la articulista destacaba la ausencia de agresiones y de violencia sexual que dicha libertad producía. Esto mismo decía Cervantes, pues en la sociedad anterior al tabú del sexo, en ausencia de represión de las pulsiones sexuales, la sexualidad de la mujer era igualmente libre y podía manifestarse sin temor a agresión o abuso; y yo añado siguiendo a Reich, a Boreman y a tantos otros, que no solamente podía sino que la libertad sexual femenina era un elemento imprescindible en la armonía entre los sexos.
El régimen de represión sexual vino acompañado de las túnicas y los velos para ocultar el cuerpo y su capacidad de seducción; como se dice en el libro del Génesis, aparecieron la vergüenza, el recato y el pudor inexistentes en las sociedades espontáneas, cuando no había nada que prohibiera el funcionamiento de los sistemas orgánicos corporales. Claro, que la represión sexual a quien concernía específicamente era a las mujeres y eran éstas las que tenían que cubrirse para desvelarse sólo ante el marido. Estamos hablando de los tiempos en los que existía todavía esa otra sexualidad femenina que ahora ha desaparecido debido, según palabras del propio Freud, al haber sido objeto de una represión particularmente inexorable, y que por ello ahora es difícil de devolver a la vida; Freud, claro está, se refería a la mujer de la sociedad europea del siglo XIX.
Sin embargo, esa sexualidad que ha sufrido una represión particularmente inexorable no ha desaparecido del todo. Mientras que la cultura occidental anglo-sajona iba poniendo a punto un modelo de mujer masculinizada, con unas enormes dosis de violencia interiorizada para inhibir toda su sexualidad no falocéntrica, en las cárceles del patriarcado islámico se ha mantenido en cautividad. Como el insecto fósil que se ha conservado en ámbar, la otra sexualidad femenina ha seguido produciéndose enclaustrada en los espacios femeninos que la cultura islámica ha mantenido, unos espacios de concentración femenina, en las aldeas y los barrios de las ciudades. El peligro es que con la globalización y los movimientos migratorios y turísticos, la mujer occidental puede entrar en contacto con la que se esconde tras el velo islámico y descubrir que su propio cuerpo es una cosa distinta de lo que ahora cree que es. Porque entonces, eso que parece tan difícil de volver a la vida, quizá dejaría de serlo, y nuestros cuerpos acartonados recuperarían fácilmente su vitalidad.
En el siglo XVIII, una dama anglosajona, Lady Montagu, relató su visita a unos baños femeninos en Turquía. relato que inspiró el famoso cuadro de Ingres "El Baño Turco", que está en el Museo del Louvre. Lady Montagu, en sus cartas, publicadas en 1781, aseguraba que las mujeres árabes tenían más libertad, incluida la sexual, que las europeas y eran más abiertas y hospitalarias. Decía, entre otros comentarios significativos, que se reían del corsé con el que los maridos occidentales encerraban a sus esposas. Ellas, con el cuerpo desnudo y libre bajo la túnica, no podían entender el uso de una prenda como el corsé.
El mismo impacto que le causó a Lady Montagu la visita al baño femenino turco en el siglo XVIII, me lo produjo a mí una visita a un hamman de la medina de Fez en 1993... Una sala grande y las mujeres sentadas en el suelo, haciendo corrillos, desnudas, echándose agua unas a otras, charlando, riendo, echándose henna, comiendo naranjas, ofreciéndose flores de azahar, de todas las edades... Nunca había visto algo así, el brillo de sus ojos, la forma de hablarse, la sensualidad, la complicidad, la confianza en colectivo, en el grupo. Tuve la sensación de estar profanando una intimidad que me era ajena. Aunque en aquel momento no lo entendí, más tarde, en una ponencia que presenté en Vitoria en 2003, ya decía que se podía entender por qué esas mujeres tenían que llevar velo e ir tapadas por la calle: para que no se viera lo que no tenía ni siquiera que existir. Lo que no podía trascender al espacio público y debía permanecer enclaustrado. Hay, pues, una sexualidad femenina que se ha conservado en el mundo musulmán, una sexualidad encerrada y cercada, pero también de alguna manera reconocida, pues el espacio colectivo que supone el hamman, implica un reconocimiento que las mujeres europeas no tenemos.
La dominación del hombre sobre la mujer extendida por todo el planeta a lo largo de 5000 años, ha adoptado diferentes formas y cauces, y uno de ellas es la que adoptó en el mundo islámico: el hombre es dueño de la mujer a la que encierra y oculta para su uso exclusivo. Pero este modelo, basado en una represión externa estricta de la mujer, es en cambio más laxo en cuanto a la exigencia de autorepresión de las pulsiones sexuales; y la mujer árabe tiene menos interiorizada la represión, lo cual le permite mantener en alguna medida su sexualidad no falocéntrica, esa que en otros modelos se ha ido cercenando de un modo tan absoluto. Nosotras, las europeas, con nuestos cuerpos acartonados podemos andar exhibiendo nuestros cuerpos en el estado de acorazamiento y retracción pulsátil en el que habitualmente sobrevivimos. Y ponernos ropas bien ajustadas, porque cuanto más apretadas, menos libertad y menos posibilidades de pulsión corporal. En cambio, la ropa suelta, deja el cuerpo libre.
Creo que la afirmación de que el velo y la túnica menoscaban la dignidad de la mujer, es una verdad a medias; y en la medida en que se pretende la verdad entera, se vuelve un mecanismo de ocultación de la otra parte de la verdad... Lo que sucede es que se aprovecha el desconocimiento de la situación y la ignorancia respecto a la sexualidad femenina para dar una versión torcitera del uso del velo. Y sobre todo para que no nos percatemos de que existe esa otra sexualidad, y tampoco de la represión que las mujeres occidentales tenemos interiorizada que es precisamente lo que hace innecesario el tipo de represión externa.
Claro que es verdad que los maridos musulmanes vigilan, mandan y ordenan la reclusión de sus mujeres y que la represión matriarcal que sufren es medieval. Pero de lo que se trata es del tipo de represión que se practica, que es más externa y con menor componente de represión interiorizada, menor auto-inhibición.
En pocas palabras, se contrapone la condición de la mujer islámica como una situación de represión, a la nuestra, como si la nuestra fuese una situación de libertad, cuando en realidad se trata de dos modelos de represión diferentes. Y lo que se pretende es que las mujeres occidentales, y en general la gente de bien, apoyemos la guerra contra el mundo árabe supuestamente para "liberar" a las mujeres musulmanas; en realidad, para que ellas adopten nuestro modelo de represión.
Quizás olvidas, que ellas tan bien llevan ropas ajustadas debajo de la túnica, y esa libertad sexual, solo está en tu imaginación. La realidad, es bien distinta. No se, las experiencias que tú habras tenido, pero el velo es un signo más de la gran represión que padecen las mujeres islámicas.yo puedo elegir, entre ir tapada con un burkan o ir con un mini vestido, puedo elegir con quien salgo, o, con quien mecaso, ellas no. Ellos han elgido, vestirse y comportarse como los occidentales, pero ojo, solo ellos, quizás no tenga importancia, pero no crees, que es una forma miy sutil de represión. Este es un tema demasiado profundo como para tratarlo ala ligera. Algo que me llena de asombro. No puede aoscultarlas el médico, si estan enfermas. Son pequeñas pinceladas.
ResponderEliminarprefiero mi represión occidental, que su libertad islámica.
Hola Anónimo
ResponderEliminarSoy Sonia. Estoy como anónimo porque por algún motivo, no puedo insertar comentarios con mi perfil.
Ante todo, no pretendo sentar cátedra con lo que escribo o reproduzco. Este gran escrito no es mío, como digo al principio, ya me gustaría a mí tener la capacidad de Casilda para ver más allá, de ver lo invisible a los ojos físicos. Creo que queda bastante claro en el texto que la represión que sufren es medieval, a lo que se refiere Casilda es que es EXTERNA. Desde luego yo del texto no deduzco que vivan una libertad sexual en su sentido más amplio; sólo que nosotras, las guays, las que sabemos, las de occidente, las que desconectamos de nuestros instintos, tenemos tantas inhibiciones que no sacamos a la conciencia, que nos resulta impensable que no gocemos de esa libertad sexual ideal. ¿Has leído "Mujer deseada, mujer deseante"? Es una maravilla de libro... Habla de todas nuestras represiones, y no precisamente de las externas. Nada más. Conste que si una mujer quiere llevar libermente su burka y su velo, lo respeto auunque no lo entienda.
Hola Sonia.
ResponderEliminarMe parece muy interesante tu punto de vista y estoy de acuerdo contigo en muchas cosas, aunque no en todas.
Soy musulmana por propia voluntad y llevo velo por propia voluntad.
Mi velo y mi ropa no son para reprimir nada, me permiten no exhibirme ante quien no deseo, ejercer ese derecho tan personal. Significan mucho mas, pero seria muy largo de explicar aqui.
Hay millones de mujeres musulmanas y, por tanto, hay millones de realidades diferentes. No se puede pretender reducir todo a una unica realidad.
Mi marido musulman ni me vigila, ni me manda, ni me tiene recluida.
Se da la paradoja de que nunca he estado en un hamman, sera que no necesito expresar mi sexualidad de esa forma.
A pesar de esto, me gusta la forma en que has hecho la comparación, libre de muchos prejuicios que no tienen otras personas.
Sobre el primer comentario, decir que yo si he elegido llevar mi velo y mi ropa. Y cada vez que estoy enferma me atiende un medico que, muchas veces, es un hombre.
Saludos
Maribel
Hola a todos, gracias por todas sus informaciones compartido aquí en este blog. Espero que esto sería útil para los lectores. Tengo la suerte de llegar a tu blog.
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