miércoles, 16 de noviembre de 2011

Entrar en tinieblas

Esto es el cuento de nunca acabar. Parece que al hacer un punto y seguido inconscientemente piensas que está todo hecho y te relajas, aunque positivamente sabes que eso sencillamente es imposible... y sin embargo, pasa el tiempo, todo va cambiando y te das otra vez de bruces con algo indescriptible que se manifiesta de forma imprecisa y que hace que te tambalees. Cierto es que lo encaras de manera diferente, pero también es verdad que no es menos inquietante enfrentarte de nuevo a los fantasmas, los conocidos y los desconocidos. Porque nunca se alejan del todo y porque a veces las alertas se duermen y es entonces cuando sientes que tienes que hacer algo, algo concreto pero por descubrir a la vez, y necesitas hacerlo ya. Los detonantes son tan simples que es imposible detectarlos a veces. Otras son tan evidentes, que ni siquiera les otorgamos el valor que tienen. 

Así que voy a ello...

Voy a bucear. Primero tengo que recordar algunos detalles técnicos, pero espero volver a descubrir un mundo diferente, espero desenterrar tesoros desconocidos y olvidados y con ello entender por qué la superficie tiene este color. Y sobre todo, por qué ese color a mí me parece que cambia y no me deja ver el fondo.

Vuelvo pues,  a la introspección y a por todas, armada de valor y muerta de miedo a la vez, porque esto es un nuevo punto de inflexión importante y porque ahora caigo en la cuenta de aquello que tanto trabajé en su momento sin llegar a integrar en realidad: todo es revisable; tenemos (y tengo) el derecho a revisar y revalidar los pilares de nuestra vida. Porque bien vale la pena hacerlo, primero por uno mismo, y por extensión, por los demás. 

Ya me he puesto el traje de neopreno; mira que cuesta hacerlo, pero hecho ésto, ya sólo me queda ir a por las botellas y lanzarme. En mi bautismo buceador, me cargué con demasiado plomo y aprendí a liberarme y a respirar de forma más pausada. Seguro que ahora volveré a llevar demasiado, sólo que tengo la certeza de que se aligera uno y hay salida. Nos vemos luego.

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