Es una fría aunque soleada mañana en una fábrica de las afueras de Glasgow, en una moderna sala de reuniones, con una magnífica pantalla interactiva y un agradable olor a café expreso recién hecho. Somos nueve personas provenientes de diversos puntos del planeta y toca presentarnos... Llega mi turno, y para romper el hielo, sonrío y articulo un espontáneo "I don't know who I am". El resto de mis colegas sonríen amablemente, pero me llama la atención la reacción de uno de ellos; ríe de verdad, y parece entender el significado de mis palabras más allá de la mera broma, a juzgar por cómo me mira. La persona en cuestión es de Japón y entonces lo entiendo todo...
Así, en estos términos, caigo en la cuenta de cuán importantes son estas palabras que acabo de pronunciar, entre risas, pero sabiendo lo crucial que es para mí el significado profundo de ello. En fin, que la dimensión espiritual de todas las personas la podemos encontrar en cualquier situación cotidiana y que a priori puede ser prejuzgada como la antítesis de lo puramente humano, una reunión de ventas de una compañía multinacional. Es un alivio...
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