jueves, 27 de diciembre de 2012

Curioseando, descubriendo...

Estoy absolutamente maravillada con las conversaciones que mantengo con mi hijo Alvaro. Es realmente fascinante cómo maneja el lenguaje y cómo puede llegar a convertir lo cotidiano en algo digno de ser realzado, con esa actitud que sólo una mirada auténtica, lúcida e inocente puede hacer posible. 

Me pregunta cosas como "¿para qué utilizan el melón los delfines?", "¿qué es el lodo? y ¿por qué los caimanes se tapan con él?", y además me cuenta sus teorías sobre sueños, la luna, el espacio y otros universos. Me explica con todo lujo de detalles todo lo que sabe sobre su gran tema: los trenes; y yo me siento tan feliz de verle crecer y apasionarse y vivir su mundo como él lo hace - con ganas, ilusión, vitalidad y un derroche de energía increíbles-, que me parece que podría pasarme la vida entera escuchándole e intercambiando impresiones y cariños con él.... Y así es, desde luego.


Fabricarse unos patines con piezas de construcción, dibujar un dragón de Komodo, experimentar con líquidos, cocinar un pastel de zanahoria a su manera, pasar unos minutos escuchando música rock, permitirse llorar la soledad de un oso de peluche que no tiene familia, abrazar a los suyos, enseñar a los pequeños, trepar los árboles, pasear por el monte y por "La Pedri", descubrir la letra "eje"... 


Y verle además dedicarse unos minutos de serenidad, a solas consigo mismo, contemplando la vida bajo la forma de una hoja caída de un árbol, es un ejemplo de todo lo que puedo aprender de él. Cada cosa que hace me enseña a disfrutar un poco más de mi propia vida.

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