Comenzaba este blog contando mi historia de encuentro conmigo misma, la aceptación de mi yo verdadero y la liberación de mi cárcel interior, tras una crisis vital que me sirvió de trampolín para la zambullida en las catacumbas de la psique, en los rincones más inhóspitos jamás explorados por nadie, y que esperaban el mejor momento para mostrarse. Inicié mi terapia en aquel entonces, cuando la crisis me agobió.
Esta última semana he cumplido 38 años, y con ellos, una etapa del ciclo que estoy viviendo. He cerrado la terapia, mejor dicho, he cerrado la terapia guiada. He puesto un punto y seguido al diario de a bordo de autoconocimiento que empecé en aquel momento. No es un punto y aparte, no hay transición hacia otra fase guiada más; y no es un punto final, porque el camino acaba de comenzar. Ahora me enfrento a un devenir muy interesante, con muchas herramientas y habilidades que fui adquiriendo durante el proceso, algunas muy poderosas, como la confianza en mí y la certeza de saber quién NO soy. Sin embargo, sigue siendo un camino lleno de imprevistos, incertidumbres por resolver, cosas sutiles, y cosas importantes que limar; poco a poco, sin ninguna prisa, todo va llegando y cada asunto se va colocando en su estante. Me siento fuerte para hacerlo sola, en paz conmigo misma, esa que me costó tanto alcanzar y disfrutar.
En mis comienzos, asistí a mi primer taller de recogimiento y meditación, en medio de una tormenta emocional muy profunda, sin saber muy bien qué pretendía con ello, perdida, minada, tímida, relacionándome con el mundo de la única manera que sabía hasta entonces, con una máscara que tapaba la inseguridad que me invadía y el desconcierto que me producía cualquier hecho, por banal que fuera. En aquel encuentro, afirmé que no sabía qué buscaba. El terapeuta sencillamente me dijo: “no busques, encuentra”. Esas palabras me impactaron y con el tiempo, me sirvieron para centrarme; quizá en aquel preciso momento no me ayudaron mucho, pues buscaba solucionar mi malestar de forma inmediata, pero adentrarse en las sombras requiere tiempo, es como bucear a gran profundidad, hay que descender poco a poco, ir viendo lo que se encuentra por el camino, hay peces pequeños, grandes, de apariencia inofensiva, otros que te asustan y te hacen recular… sigues bajando, lentamente, cuanto más bajas, más oscuro está todo y es más difícil adivinar qué tienes delante, hasta que lo vislumbras… Subes, también despacio, vas viendo lo que dejaste atrás con otros ojos, lo reconoces como propio, lo revives una y mil veces, lo cuestionas, lo niegas siempre que puedes, lo reconoces de nuevo, hasta que en la superficie, y tomando aire, aceptas que la zambullida acabó y que mereció la pena, dejas de negarte, a pesar de la claustrofobia y de los dolores internos. Estás sanando.
Personalmente, la maternidad, paralela a este proceso, ha sido mi mejor aliada para esta sanación profunda de la niña herida, para realizar una búsqueda personal genuina, con los ojos muy abiertos, dispuesta a todo, omnipotente junto a mi cachorro, dejándome llevar por aquel bebé que lo absorbía todo: el tiempo, la leche, el amor, con una disponibilidad incondicional y la seguridad de saber que era lo más grande que jamás había tenido en mis manos. Lo que ocurre en el puerperio no se puede nombrar, no hay palabras para definir las sensaciones y el significado de todo ello es tan trascendental como personal. Dice Laura Gutman: “El puerperio puede constituirse en una apertura del alma. Un abismo. Una iniciación. Si estamos dispuestas a sumergirnos en las aguas de nuestro yo desconocido. Y si buscamos sostén para la travesía”. Es eso mismo.
Y la sombra aparece en ese momento, lo queramos o no, lo busquemos o no. La maternidad es entonces una crisis vital en sí misma, pero tan rica en recursos si se quiere aprovechar, que la salida es sumamente reconfortante. Todo lo que te cuestionas en esos momentos cobra sentido, siempre que te dejes llevar por la locura sana que supone el entrar en un vínculo profundo con el bebé, todo el tiempo, sin pensar en nada superfluo, conectando con ese ser al que conoces de antes y que interpreta a la perfección lo que sientes y lo que anda en tu subconsciente.
Como decía al principio, continúo el camino de exploración que inicié de la mano de mi guía espiritual; he soltado esa mano, he tomado las herramientas que necesito, las he interiorizado y sigo arropada por mi sostén emocional principal, que es el padre de mis hijos, Alex, consciente y en su propio proceso, junto a un maestro que es el que más me ha permitido que la búsqueda sea verdadera y que quiera continuarla, mi pequeño Álvaro, y en poco tiempo viviré otra apertura del alma, de la mano de Gael, que seguro tiene mucho que enseñarme, porque este aprendizaje, como el camino, es interminable.
Sonia, no dejo de emocionarme con cada una de tus entradas y sabes bien, que en determinados aspectos, me siento muy identificada, de ahi, quizas, mis lagrimas.
ResponderEliminarNos vemos tanto en tu camino, como en el mio.
Me has emocionado profundamente. No tengo palabras. Me dejas sorprendida, por tú manera de escribir, la claridad de tus palabras, y la buena energía que transmite tú mensaje.
ResponderEliminarDecirte ahora, que es genial, me parece hasta una banalidad...pero realmente, me ha emocionado.
Tengo ganas de conocer a Gael!! y de volver a veros a vosotros tres (casi cuatro) de nuevo...espero que pronto!
Gracias amigas!!
ResponderEliminarAngy, llevamos sendas paralelas, pero muy juntas, por eso nos hemos encontrado.
Yolanda, a Gael le conocerás muy pronto; gracias de nuevo por todo lo que me dices y por tus detalles.