lunes, 29 de julio de 2013

Anfibia

Bajo un cielo plomizo tejí los enredos de mi alma. Y bajé a deshacer el nudo a la playa de los recuerdos y proyecciones; aquella noche, la luna llena me habló y me acompañó en el camino hacia la cueva, aquella que nunca me atreví a visitar antes, a pesar de estar tan cerca de la orilla. Cuando entré en ella, la marea subió y todo quedó cubierto por el agua; sentí mucho miedo y parecía que todo acabaría...



En el momento en que sentí que me ahogaba, el mismísimo Neptuno apareció y me dotó de branquias y me ofreció sus secretos alquímicos; pude recorrer el laberinto y atravesar los miedos, fundirme con las sensaciones y reconocerlas. Y cuando estuve lista, refloté, me convertí entonces en anfibio. Comprendí que para cada lugar y para cada momento, necesitaba cosas diferentes. Fui capaz de adaptarme y me dediqué a contemplar los submundos, a entrar una y otra vez en ellos, en salir a observarlo todo, a extraer enseñanzas, pero por encima de todo, me centré en vivir el presente y para siempre.

Estas fotografías han sido tomadas en la playa Las Arenas de Pechón (Cantabria) y fue el entorno para la inspiración del texto durante una meditación en movimiento.

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