miércoles, 3 de julio de 2013

La sirena despierta


Cuentan que una sirena que residía en un lejano mar, vivía entregada a su comunidad, servía de embajadora en reinos vecinos y era querida por todos. Tal era su complacencia, que se convenció de que su misión en aquella comunidad era esa, servir a los demás y velar por la felicidad ajena.
Cierto día, sucedió que la sirena comenzó a sentir algo extraño. Aquel hábitat tan idílico donde vivía, de pronto le pareció que tenía rincones que hasta ahora no habían llamado su atención. Así fue cómo decidió adentrarse en las más oscuras cuevas nunca exploradas. En su viaje a ellas, pudo vislumbrar unos cofres custodiados por los guardianes del olvido. Aquellos cofres contenían muchos de los secretos y claves escondidas de la historia de su comunidad.
En una de las incursiones de la sirena, un objeto cuya forma nunca había visto llamó su atención; era una pieza de metal alargada, muy llamativa, con un brillo especial, con un extremo en forma de óvalo y el otro con una terminación extraña, de tal manera que no acertó a adivinar su utilidad. Comenzó a jugar con la pieza cerca de uno de los cofres, percatándose en ese juego de que su preciada pieza podía acoplarse a un orificio situado en él. Era la llave que permitía el acceso a su contenido. Además, los guardianes del olvido desconocían la existencia de llaves maestras que podrían destapar los tesoros allí escondidos, con lo que su poder embriagador quedó difuminado. Pero la curiosidad y ganas de indagar de la sirena fueron suficientes para comenzar a destapar todo un mundo nuevo. Más cofres esperaban a mostrar sus contenidos para que la sirena los explorara…
En ese primer cofre encontró el mapa de un territorio desconocido. Parecía no existir el agua en abundancia en él. Parecía una frontera difícil de imaginar, la intersección de dos mundos paralelos, complementarios. No sin miedo, decidió seguir la ruta marcada hacia aquel extraño lugar. Poco a poco, sus excursiones le fueron mostrando un mundo de posibilidades diferentes. Y los seres de su comunidad, al principio se extrañaron del comportamiento de la sirena, y con el tiempo, llegaron a pensar que se había transformado en algo que no les gustaba ya, incluso intentaron sembrar de miedo y culpa el camino que ella había elegido. La firmeza de la sirena fue muy grande, pero su tristeza la sumió en un pozo aún más profundo que aquellas cuevas que le abrieron a lo desconocido. Una vez abajo, tomó el mayor impulso de su vida y desplegó todo su potencial, volvió a recorrer una y mil veces aquella ruta inicial que le había mostrado el cofre y fue consciente entonces de que su valía nada tenía que ver con lo que su comunidad necesitara de ella. Había encontrado la vía de la autenticidad.
Desde entonces, cuentan que la sirena duerme entre la tierra y el mar arropada por éste y en sintonía con lo que necesita de ambos mundos.


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