Cuando te indigna algo, te conviertes en alguien fuerte y comprometido. Esta frase tan bonita y sencilla es de Stéphane Hesse, autor de "¡Indignaos!" y único redactor aún vivo de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. Hesse, a sus 93 años, pone la voz de alarma a lo que está ocurriendo en la sociedad de consumo, bajo la dictadura de los mercados, tan sutil y disfrazada de progreso y modernidad.
No parece tan evidente que haya motivos para la sublevación; no hablamos de invasiones fascistas descaradas, pero el capitalismo salvaje tiene un hambre voraz y parece no haber nada ni nadie que lo detenga. Que no se equivoquen los que se encuentran apoltronados en sus tronos ávidos de poder, porque hay un grupo de ciudadanos, personas comprometidas dispuestas a no doblegar el espíritu crítico y creativo.
La movilización o movimiento 15-M de estos días me anima sobremanera. El grado de indignación alcanzó una cota, que sin entrar a valorar si es alta o baja, fue la suficiente para detonar aquello que llevamos dentro y que queremos (y debemos) proteger como un tesoro: la existencia humana, entendida en términos de libertad, co-existencia, solidaridad...
El poder del dinero nunca había sido tan grande, insolente, egoísta con todos, desde sus propios siervos, hasta las más altas esferas del estado. Todo va ligado, y dentro de la madeja en la que estamos aprisionados, que no presos -puesto que tenemos la posibilidad de deshacer en parte, y poco a poco los hilos - vemos cómo se toman decisiones que afectan a aspectos como el pensamiento, dirigido a ser uniformado y homogéneo, a no caer en la tentación de salirse de la fila. Desde la escuela se fomenta este modelo y entonces, lo más fácil tras años de (de)formación, es salir con el cerebro lavado y listo para ser carnaza del sistema productivo. Habremos aprendido que el objetivo de la vida es acumular, lo que sea, cayendo en el desinterés por las desigualdades e injusticias; el moldeado de la persona ha sido perfecto. Por eso es tan importante el sentido (auto)crítico, sin él estamos vacíos de contenido. No me resulta extraño ver cómo cada vez más profesionales de la educación se descuelgan del sistema y rompen el vínculo con lo reglado, porque afortunadamente al final no todos terminan moldeados.
Si permitimos a los niños y jóvenes elegir en función de lo que su naturaleza les pide, si les escuchamos de verdad, sin miedo a que nuestra estructura mental-emocional se rompa, estaremos abriendo barreras auto-impuestas. Claro que para eso también es necesario a su vez que nos cuestionemos a nosotros mismos sin miedo.
Si permitimos a los niños y jóvenes elegir en función de lo que su naturaleza les pide, si les escuchamos de verdad, sin miedo a que nuestra estructura mental-emocional se rompa, estaremos abriendo barreras auto-impuestas. Claro que para eso también es necesario a su vez que nos cuestionemos a nosotros mismos sin miedo.
Y paradójicamente, mientras escribo ésto, voy sentada en un tren, camino de una gran ciudad para trabajar en una gran empresa, siendo una marioneta más del sistema asfixiante y sin ¿poder hacer nada? por la causa. Aún así, y como dice una gran canción... me siento hoy como un halcón llamada a las filas de la insurrección.
Que buen post Sonia.
ResponderEliminarYo tambien estoy muy sorprendida y satisfecha con la respuesta de la gente. No tengo una visión demasiado optimista de los ciudadanos españoles en general y con esto me he dado cuenta de que no estamos tan "muertos" como a mi me parecía.