martes, 28 de junio de 2011

A mi Padre

Yo no sé cómo empezar a escribirte, papá. Porque tengo mucho guardado, pero soy incapaz de expresarlo en la forma que me gustaría. Porque intento estructurarlo, pero no me sale. Y todo eso me pasa porque son muchas las cosas que quisiera compartir contigo, otras no tanto, pero todas están entrelazadas, como en una madeja imposible de deshacer...

El caso es que llevaba un tiempo pensando en escribir algo para tí, pero aún no me había decidido. Y hoy, después de verte y escucharte, simplemente, ha fluido. Y es que pocas veces has dicho algo que me haya conmovido como lo de hoy... Ha sido muy duro escucharte y sentir el desánimo que lleva ya demasiado tiempo rondándote. Pero es admirable cómo te repones, aunque sea temporalmente. O bien podríamos hacer la lectura contraria: es temporalmente cuando estás desanimado. Sea como sea, creo que es muy complicado llevar con dignidad lo que te está ocurriendo; francamente, no sé cómo respondería yo ante algo así. Comprobar que tu cuerpo va dejando de pertenecerte y tomar conciencia de que vas dejando de controlar algo tan sencillo y necesario como el movimiento debe ser una de las pruebas más duras que has tenido nunca.

Y es que nunca lo tuviste fácil; tu vida no fue sencilla desde el principio; no es justo que un niño tenga tantas responsabilidades como las que te encomendaron a tí; no es justo que se trate así a un niño, porque eso provoca mucho sufrimiento, en el momento y muchos años después. A veces me siento tentada de preguntarte aún más de lo que sé, pero algo me retiene y creo que tiene que ver con la resistencia al sufrimiento, la tuya y por extensión, la mía. No soy quién para remover nada, en todo caso me adentro en mis recovecos, e intento conectar con los tuyos.

Todos estos pensamientos inconexos los tengo desde que descubrí, hace ya unos años, que los extremos se tocan, y que el asentarse en ellos resta visión, no te deja relativizar las cosas; me costó lo mío encontrar ese equilibrio, pero ahí estaba, y con él, te re-descubrí a tí. La percepción que yo tenía se fue suavizando; me dí cuenta de que tenías una historia que contar, igual que yo. Y entonces lo empecé a hilar todo, porque mi historia personal tiene mucho que ver con la tuya, hay algo sutil que las une a las dos. Nunca fuimos íntimos, eso es verdad, pero te quiero igualmente. Por esa sencilla razón y a pesar de que en muchas ocasiones me sienta incapaz de darte una palabra de ánimo e incluso piense que sacas todo de quicio, me gustaría transmitirte mi admiración por todo lo que haces para intentar llevar tu vida como sólo tú quieres que sea. Estás en todo tu derecho y haces muy bien en no dejar que nadie decidamos por tí. Muy a mi pesar ésto lo he visto con los años, pero todo tiene su momento...

Es una auténtica putada lo que te está pasando y cuando me encierro conmigo misma a reflexionar sobre ello, como estoy haciendo ahora, siento que pierdo un tiempo muy valioso de estar contigo, pero de nuevo me repito, eliges cómo quieres vivir y yo lo respeto. Ese respeto hacia lo que uno quiere para consigo me ha sido muy difícil de aplicar, porque no lo entendía. Ahora sé que es imposible hacerlo si uno no se quiere a sí mismo. Y entonces veo, que a pesar de las apariencias, das una lección silenciosa al determinar qué, cómo, dónde y con quién. Y sin embargo, lo que ebulle muy profundamente en mí es auténtico miedo. Miedo a que ésto vaya demasiado deprisa, miedo a que vaya demasiado despacio, porque lo que me aterra es sencillamente que está ocurriendo, así, sin más. Porque es una mierda que esté pasando. Pero estaré a tu lado, siempre.

1 comentario:

  1. Uf, Sonia... qué emoción al leer este texto. Me sentí así, muy parecido, cuando mi padre estaba enfermo.

    gracias por escribirlo tú y dejar que yo lo lea...

    bss
    Laura

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